martes, 27 de agosto de 2013

Verano.

Y aunque muchos pensaban que el viaje terminaba ya, la vida tenía otro plan, como siempre.

        Intente hacer nido pegadita en la orilla del río que da a tu ventana, luego moví mis velas y corrí/dormí en estaciones que la lluvia mueve, y atravesé montañas que no conocía.

        Fue en el mes de julio y también fue en agosto. Recordé como otros años a mitad de febrero, cuando reconocí la voz, esa que lleva tus labios a un costado de la palabra.

Nos alcanza la fortuna y el destino asecha detrás del balcón y del tabaco húmedo de olvido.

      Volteo a ver mis manos diferentes, me veo en el espejo y estoy bañada de cambios, impregnada de una nueva mirada. Entonces hago planes y veo el itinerario. Mi vuelo sale a las seis, el tuyo, apenas llega.

Ojalá te hubiera contado otras historias; te canté al oído y dormiste escuchando la arena pasear por las sandalias de los viajeros continuos. relajé mi quijada, entoné los versos que escribí y no te los dije, me quedé callada.

     El silencio es mordaz cuando la belleza descansa en el susurro de un verano plagado de adrenalina. Y tus ojos, y tu manera de mirarme, y mi manera de sentirme dichosa, y nuestra risa.