miércoles, 21 de septiembre de 2011

Del tiempo..

Yo esperaba con los brazos cruzados al que tiempo avanzara. Lo que hace el tiempo es eso, es recorrer una y otra vez, por el mismo camino las manecillas del reloj.. 5, 12, 4 una y otra vez.

El tiempo oscurece las simbólicas luces, los cuadernos se cierran, las estaciones cambian. Hasta los tranquilos sucesos se desencadenan y todo, pero todo se acaba. Y así espero yo, como el tiempo espera a que se ponga el sol, a que pasen los solsticios, a que no haya más tierra que recorrer hacía sus brazos, más que un "lo quiero". No condeno el tiempo, ni espero que el me haga ningún caso.

Basándome en las horas que pasaron en relación proporcional de todas las cosas que fui dejando, absorbiendo, aprendiendo, y porqué no, desechando. Después de que el humo sea el arte preferido de la ausencia, de la penitencia y el destierro, dejo de una vez por todas la mágica cruz de la incertidumbre que se desplazaba por todo mi intelecto, o por mis tres dedos de frente, tal vez de mi mano derecha, o de los anillos que no significan nada.

Caray, que no parece tan difícil, si con tan poco soy feliz, con una tarde frente a un tablero, un te de fresa, un par de risas compartidas, y el sonido de una voz. El tiempo quizá se ría de mi al ver lo simplista que me he vuelto, al ver que me he quedado sin hacerle caso, y que, quizá tal vez, sólo por momento parece olvidado.

martes, 13 de septiembre de 2011

Mi debilidad.

Tengo una debilidad muy grande, tengo que confesar. Cuando duermes pienso en el momento en el que despertarás y en las ganas que tengo de estar ahí contigo cuando abres los ojos, y ser lo primero que mires. En vista de que no puedo hacerlo debido a fallas técnicas y metafísicas mundiales, te escribo.

Teniendo la intención, no sé si buena o mala, de ocupar tus pensamientos desde el principio de tu día, de acariciarte con finas letras y besar tus labios con una sonrisa. Para que no olvides cuánto te amo, ni todas esas cosas bonitas que haces sentir. Tengo que confesar también, que no soy perfecta, que tengo miles de defectos y que me muero por compartirlos contigo. Quiero que me conozcas entera, quiero mostrarme tal cual, y que me quieras.

No hay mucho verbo en lo que siento, hay magia, y mucha, pero mucha suerte. Lo demás está por verse, y tengo tantas ganas de vivirte, que te pienso a todas horas, aunque duermas, aunque no llegue a volar hasta tus sueños, aunque me debilite, aunque pierda.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Un camino.

En vista de que ni todo el mundo pudo esconderte de mi. En atención a que la distancia se hizo añicos, en que el tiempo se seco, y las diferencias desaparecieron. Comienzo a creer en eso de la predestinación.

No es que tu alma sea idéntica a la mía, simplemente nuestros corazones hablan el mismo idioma, caminan juntos. Y estoy segura que ya existías en mi vida antes de encontrarte; te escribiste en mis pensamientos, los deletreaste. Y ahora vamos por las calles silbando la misma melodía.

Sin tocarte la mano, te siento, sin decirte todo lo que me haces sentir, lo sabes, sin besarte mis labios te tocan por las noches, mi lengua se mece en la tuya, mi cuerpo se amolda al tuyo, y las caricias vuelan hacía ti.
no lo sé

Qué importa lo que piense el mundo, si te amo, si vivo, o vivo de ti. O qué carajos tiene que pensar los demás. Si para encontrarte tuve que cometer errores, si para besarte tengo que esperar un poco más, no importa. Porque sé que estaremos bien, porque ahora sé qué no quiero, ahora entiendo que todo fue una preparación para ti. Un camino para llegar a casa.

sábado, 10 de septiembre de 2011

En la mesa.

La tarde salpicaba rayos de luz toda la cocina, ni una sola nube. Sentados como siempre frente a frente, hacíamos ruido con los cubiertos, mientras los platos descansaban sobre el mantel de cuadros que tu madre hizo y, supongo nos regalo porque no tenia dónde ponerlo. Pan, carne dorada, vinagre, especias, y un poco de queso servia la mesa. No tomamos vino porque, simplemente no soportaba mis risas después de un par de copas. Sorbíamos agua de limón fría y con poca azúcar. Yo volteaba hacía los platos, para calcular cuanto tiempo estaríamos ahí. Tu volteabas hacía afuera, como si algo interesante estuviera pasando.

En silencio, sin pretender contarnos nada, aguardábamos a seguir con la rutina de los sábados. Al terminar, recogí los platos, y los llevé a la barra para poder lavarlos. De espaldas a ti, no escuché cuando te acercabas hasta que, ya sin opción, escuché tu respiración molesta y pesada en mi oído.

Tus manos suaves pasaron por mi cintura y comenzaron a jugar con mi ombligo. Inmóvil, sentí como mi cuerpo se endurecía. Tus manos como un par de cadenas sujetaban mis ganas y las dejaban encerradas en mi pecho. En cambio, todas tus intenciones se resbalaban por la frialdad de mi cuerpo en aquella tarde calurosa.

Comenzaste a besarme el cuello, y yo, a fregar los platos. No hice ni un sólo gesto, cansado de mi indiferencia, tomaste mi cintura y me volteaste hacía ti. Encima te vertí, con algo de mala intención, el jabón y los restos de limonada. Mi plan funcionó y tu cuerpo se alejó del mio, empezaste a limpiar tu camisa y yo me disculpe, saliste de la cocina y yo seguí limpiando la cocina, observando la tarde, y observando al tiempo.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Aviso.

El veneno mancha todavía las paredes sucias ya de la conciencia. La maldad ruge fuerte y decapita los sentidos. No hay lagrimas que empañen la vista del que odia, ni verdades que sean más fuertes que las propias. El necio espera que el odio termine por exportar al amor a otras partes, cree en lo que le dicen otras lenguas plagadas de ignorancia, y ensucia su cariño, porque no le queda otra.

Pero al mojar con tu saliva lo que queda, se distiende como globo la madera de mi puerta, para cerrarla sin candados, sin ataduras. En el umbral, ni las esperanzas se han salvado. Toca fuerte, da de patadas, que todo será en vano. Hay pocas cosas en la vida en las cuales no se pueden meter mano, entre ellas el amor. No se decide a quién se ama, ni se reprime la indiferencia.

Y no vale la pena sonreír a lo patético de tu odio, de las cosas que se quedaron debajo de la cama, de los recuerdos que, rápidamente se largan al olvido.

Ya no me hacen daño tus palabras, ni tus reproches, ni me toca tu mano en la mejilla. Quizá si lo escribo entiendas, quizá si te regreso un poco de veneno con mis letras, termines por vacunarte del propio.

Sé feliz y deja que el resto lo sea, que para odiar ya no queda tiempo.

jueves, 8 de septiembre de 2011

No.

No es por miedo que, cada que despierto busco con mi mano y los ojos aún cerrados, ese pedazo de ti que duerme bajo mi almohada. Te escucho, y sin sentirte, te encuentro pegado en mis sábanas.

Y reconozco; las flores envejecen al instante si no eres tu quien las manda. Los poemas estériles de ti, plagan mis cuadernos y los libros que ya no he vuelto a leer, por creer que, al hojear lo que con otros ojos he leído, falto a tu memoria y al amor que está enterrado vivo, aquí, entre mis cuatro paredes.

No tienes responsabilidad de lo que te quiero, quizá de la distancia que se teje en el orvallo sutil de tu trinchera. Las caricias muerden polvo cuando pronuncio tu nombre y nadie contesta. Y los unicornios azules vuelven y se desvanecen, no los reconozco. No es imposible que mis ojos, cansados de ser miopes no piensen más en verte, ni que se derrumben las comisuras de mis labios por no tenerte cerca.

No quiero pronunciar palabra efímera, ni hueco carente de ti. No son graves las voces, ni largos los atardeceres. No hay minutos que contar en reversa, ni lagrimas con tu perfume. No es por miedo que, no te diga que te espero cada tarde, cada noche, a que vengas.

martes, 6 de septiembre de 2011

Mi chico de futuro.

Mi chico del futuro tiene una mirada profunda y noble, la calidez de un abrazo familiar y valor para compartirlo conmigo. Mi chico del futuro me hace reír y suspirar al mismo tiempo, si me hace llorar limpia mis lagrimas con su camisa blanca y no se molesta en ver si la he manchado.

Mi chico del futuro sabe esperar, entiende que puedo llegar tarde y que pierdo las llaves antes de salir de casa. Él me ama porque me sabe parte, sin esperar que yo le diga de vuelta, y ha dejado los miedos antes de rendirse en mis brazos.

Mi chico del futuro se desvela con tal de escuchar mi voz, y duerme con el teléfono en el oído para estar conmigo más tiempo. Él me sabe sin siquiera conocerme, me besa antes de hacerlo, sutilmente en el viento y recorre el camino hacía mi con los ojos cerrados.

No hay fronteras ni diferencias tan grandes como para no tomar mi mano y llevarme con él sin siquiera prestar atención en el camino de incertidumbre que puede esperarnos. Mi chico del futuro no hace promesas, ni habla de cosas que no puede cumplir, él me sorprende al decir "te quiero" mientra me muerdo los labios.

Mi chico del futuro no es lo que siempre he querido, es algo más. Es lo que no he buscando, el fortuito caso de enamorarme sin pensarlo.

lunes, 5 de septiembre de 2011

No me beses en la frente.

Amaneció con un pesado dolor de cabeza, como si el techo entero se hubiera caído sobre ella o la hubieran prensado durante la noche contra una almohada de piedra. la imagen, tal como si acabara de suceder le empapaba la memoria. Aquella noche en la cocina de casa de su madre, la ultima vez que le vio, si es que se le puede llamar así apareció de pronto, reprochando su olvido.

Se tocó la frente fría todavía por el recuerdo, y empezó a recordarlo todo. Sus manos suaves y blancas, esa cara de "no ha pasado nada", sus ojos viendo hacía otro lado. Sus labios se colocaron frente a ella, e intentando recordar por ultima vez el sabor de sus besos encontró el acero de sus labios en la frente. Recopiló aquellas promesas que se escriben en cubitos de hielo, y recordó que las certezas están en el de mazo cartas de un mago, y así como así desaparecen, como un truco viejo.

Caminó por lo largo de esa memoria empañada en lagrimas, intentando, esa mañana, ser objetiva con el pasado. No lo logró. Las cosas son tal cual suceden, y no hay cosa más clara que dar la despedida besando cruelmente en la frente. No debe haber señales más claras de la indiferencia que permanecer estéril e inmóvil ante el fracaso. Volvió a cerrar los ojos y, como si hubiera despertado a la realidad, entendió todo.

JOAQUIN SABINA - NOS SOBRAN LOS MOTIVOS



Cerrado por derribo, hasta que se me pasen las lagunas mentales.