lunes, 5 de septiembre de 2011

No me beses en la frente.

Amaneció con un pesado dolor de cabeza, como si el techo entero se hubiera caído sobre ella o la hubieran prensado durante la noche contra una almohada de piedra. la imagen, tal como si acabara de suceder le empapaba la memoria. Aquella noche en la cocina de casa de su madre, la ultima vez que le vio, si es que se le puede llamar así apareció de pronto, reprochando su olvido.

Se tocó la frente fría todavía por el recuerdo, y empezó a recordarlo todo. Sus manos suaves y blancas, esa cara de "no ha pasado nada", sus ojos viendo hacía otro lado. Sus labios se colocaron frente a ella, e intentando recordar por ultima vez el sabor de sus besos encontró el acero de sus labios en la frente. Recopiló aquellas promesas que se escriben en cubitos de hielo, y recordó que las certezas están en el de mazo cartas de un mago, y así como así desaparecen, como un truco viejo.

Caminó por lo largo de esa memoria empañada en lagrimas, intentando, esa mañana, ser objetiva con el pasado. No lo logró. Las cosas son tal cual suceden, y no hay cosa más clara que dar la despedida besando cruelmente en la frente. No debe haber señales más claras de la indiferencia que permanecer estéril e inmóvil ante el fracaso. Volvió a cerrar los ojos y, como si hubiera despertado a la realidad, entendió todo.

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