jueves, 30 de septiembre de 2010

El Puente.

Observo desde ambos lados y parece que lo hiciste otra vez. No puedo admirar tu determinismo, ni tu falta de memoria, o tu libertad. Simplemente tomo en cuenta que "lo hiciste de nuevo". Parezco encontrar la verdad entre las calladas letras, entre el aire de un mes que no significa nada (para mi). Ojalá me hubieras visto, quizá entenderías todo, quizá tal vez sería más fácil. No puedo resucitar lo que no fue, más bien quisiera plantar la verdad en tu boca.

Qué si no lo sabía. Lo supe desde la ultima vez que manchaste mi almohada con tu cara. Desde que destrozaste el asiento de mi antiguo coche, desde que me miraste, una tarde de julio, pretendiendo mirar otra cosa, otra cara. Simplemente soy tu puente. Ese que caminaste; entre lo que fuiste y lo que eres, soy las empedradas y porosas sendas de la transición. Lo acepto, no lo vi ciertamente hasta que tu promesa de flores jamás llegó. Fue simplemente simpatía lo que me golpeo aquella tarde, hoy la única que causa risa, soy yo.

Yo espero que esos ojos te miren mejor, que veas lo que necesitas, que encuentres un poco de originalidad. Espero, como se espera de lejos y sin pretensión, que no sienta igual que éste puente, que sepa ser la calle principal.


                                                                                                                                                                      Y así es como habla un puente, cuando observa dos ciudades, y se da cuenta de que, nunca perteneció a ninguna, simplemente en medio, dejando pasar el viento.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Y ahí estaba Lázaro sentado sobre la tierra suelta, con las pequeñas manos abrazando su cara, sobre sí una armadura de huesos y piel inerte todavía, se burlaban de él como reconociendo su pequeñez. Descalza su esperanza y solitario entre una muchedumbre alebrestada, se preguntaba por qué. El egoísmo de la humanidad se manifestaba en su "milagro". Hacia una hora el preso al fin se había liberado y volaba sobre las nubes mientras un par de ángeles le cantaban al oído. Qué felicidad tan plena, pensaba, y la vida tenía significado en la muerte. Dónde había dolor y pena se encontraba la libertad y el gozo. Por primera vez era dueño de él, había cumplido la cuota de vivir, y la gloria eterna lo había alcanzado. Eso hacia una hora, cuando el dolor golpeo de nuevo su espalda, la luz estaba en un canal de parto con olor a putrefacción. Había vuelto a la vida y como la primera vez lloraba por lo que había casi alcanzado. Lo mandaron llamar, como si aún debiera algo. Todos ellos ingenuos, frente a sus antiguos ojos mortales, aclamaban y sonreían de gozo. Le pidieron que se levantara y fuera de nuevo a enfrentar la vida, cómo sí eso pudiera devolverle la felicidad.

Nadie le había preguntado sí quería ser víctima de un milagro. Sus familiares se alegraban en su egoísmo, en su propia felicidad. Pero Lázaro, lloraba piel muerta, y sudaba desesperación. No fue dueño de sus decisiones nunca, nadie le pregunto si quería vivir, ni la primera, ni la segunda vez. En su primera muerte había dejado que sucediera naturalmente, al arbitrio del SER. El juego cruel había comenzado en él nuevamente. Tendría el valor de sobrepasar la voluntad de los milagros?, se condenaría para probar su libertad?.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Ciudadano.

En tus ojos se ve el Mediterráneo y en tus pupilas olas de historia sagrada. Sobre tu espalda seria fácil cargar la conciencia del mundo y ver dibujar las montañas cuando con poco esfuerzo muestras sagradas. Debes ser adivino y con tu sola sonrisa aparecer la mía cuando más lo necesito. Eres extraño y extranjero y soñado y un sueño. Eres lo diferente del diferenciado. Y en tu ombligo danza el mío y en tus labios mis labios.

Me encantas por todo y aunque los viajes terminen; es grandioso tenerte acariciando mis lados y encontrarles tu forma para después deformarnos.
Eres inspiración y la obra, eres lo escrito y lo susurrado. Uno puede crear y destrozar en tu abdomen, sobre tu nariz la espera y en tus cejas la idea. Tu lenguaje y tu lengua encantador de quimeras, están los rasgos de lo que siempre he deseado.

Y es importante sugerirle al consulado, que por que cada mujer mexicana le toque, por lo menos, un ciudadano italiano!

viernes, 17 de septiembre de 2010

La caja.

Quisiera poder hablar y descargar todo mi interior. Me escuchan? Diría, y qué si nadie me escucha. Nunca he sido buena oradora. Cuando me ha tocado hablar en publico mi voz tiembla al compás de mis piernas.

Entonces creo que de ahí viene mi hermetismo oral. Tengo una imposibilidad de conversación, cuando quiero ser sincera, cuando quiero exponerme realmente; no encuentro palabras. Cuando quiero explicar lo que me ocurre; digo aire con sonido, pero jamás puedo plasmarme. No creo ya en las cartas ni en los cuentos. Creo que ni yo me entiendo a veces.

Soy una caja cerrada, la llave esta oculta debajo de mi lengua o tal vez, ya me la trague.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Telaraña.

La vida es como una fina y compleja telaraña que vamos construyendo día con día. Tan frágil que uno puede ver como se empieza a doblar por algunas partes con tan sólo un viento suave y tan fuerte que puede sostenernos, como si voláramos sobre el mundo. Muchas veces vamos haciendo madejas de asuntos pendientes, de complejas y complicadas distracciones de lo que realmente importa, de lo que es esencial para la vida.

No puedo describirles lo complicado de mis sentimientos hoy trece de septiembre, el mundo a veces se nos viene abajo en un descuido y la telaraña es salpicada con enormes gotas de lluvia. Los pasadizos y enredos tejidos forman grandes huecos por los que se puede ver el abismo. El dolor propio y ajeno se clava en lo más profundo de eso que llamamos corazón y despega hacia todas partes de cuerpo. No sé si la vida es justa, si a unos nos toca más suerte que a otros o si vamos caminando entre vidas, y llenando escalones hasta lograr la felicidad eterna. No lo sé, pero la agonía de un cuerpo, son de esos espectáculos macabros que nos enchinan la piel y sumergen el alma en formol. La desolada telaraña sostiene el pasado de un ser que soñó con tejer el más hermoso enredado que se haya visto, y sólo él creador podrá juzgar sí tuvo el tiempo suficiente. 

Por mi parte, contemplo los huecos que se forman con verdades ocultas, con sentimientos encontrados. Los clavo por todas las paredes de mi cuarto, para que no se me olvide, para que recuerde la próxima vez. Pido el perdón preciso, pero no es suficiente. Cuándo el tiempo derrumba las esperanzas, cuando las oportunidades se agotan. Se debe volar?.

Somos responsables de lo que tejemos, de lo que hablamos y sobre todo de lo que vamos amando. La vida no es más que el pasar de los días y la formación de todo aquello que nos sostiene por debajo de nuestros pies, la telaraña es quizá lo único que queda.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Tregua.

Uno puede llamarlo sinceridad o tal vez pesimismo. Las cosas no siempre son mejor sobre la mesa, a veces las cartas escondidas en la manga, fortalecen el destino planeado por el aviador burlón que observa todo allá arriba.

Si, creo que simplemente le hago homenaje a lo aturdido por el tiempo, al desecho de lagrimas y al descontento de ganas. Si, las cosas vistas desde la barrera parecen sencillas y recojo lo dicho en otras noches como esta. Ordeno los ayeres de milagrosa espera; los cantos, los gritos y tu cabeza recargada en la puerta.

Ya veras cuando se marche, o cuando te duela, tal vez así me entiendas un poco, y compadezcas a otros. Ojalá fuera de otra forma pero lamento anticiparme, ya te dije no es cuestión de falta de fe, es que por una sola vez la verdad acompaña mi dicho y recuerda mi cara cuando te toque marcharte sin que quieras hacerlo, es cosa de juegos amigo mío.

Espero que no sea como tu, ojalá que tenga tres dedos de frente y compasión en los dientes. Pero cuando suceda recuerda: que aunque no lo creas, todo es pasajero y el recuerdo se ira difundiendo en el reflejo de un vidrio que se empaña cuando hablas. Nada es eterno; ni tu, ni yo, ni el dolor, ni ella.

Pero no quiero hablar de ti, quiero hablar de él. Lo recuerdo muy bien esperando del otro lado del teléfono en silencio. Intentando decir algo. No hay pasado sin recuerdos, somos ayer; un día nadie nos recordara y dejaremos de ser. Por eso lo entendí; yo le doy vida, soy su diosa y controlo su existencia en mi vida: y mientras agonizas, pienso; debiste haber hecho algo muy bien para ganarte mi afecto. Y hago las paces con ellos, mientras le prendo fuego.

lunes, 6 de septiembre de 2010

En casa.

Dentro de aquella familia las cosas cálidas y la empatía decoraban la casa. Uno puede estirar su misericordia hacia el ser querido hasta grandes extremos. Entrar de nuevo en el circulo de mi madre, invadir los espacios que desde chico habían recogido mis lagrimas, presentarme bajo sus faldas a mis treinta años nuevamente me daba un poco de miedo. Mi padre esperaba en la sala, sentado, angustiado  y agitando su despeinado libro café (que seguramente se trataba de alguna guerra o movimiento obrero), por todo el vidrio de la ventana. No sabía si le emocionaba que volviera o si esperaba simplemente que mi madre dejara de preocuparse, pero estaba ahí, como siempre. Sobre la mesa de la cocina una vieja jarra de vidrio hacia las veces de florero y pequeñas flores igualitas a las que mi madre tiene sembradas en la entrada se agitaban con el aire que entraba del pequeño patio de la casa de mis padres.

No hubo mucha platica a mi llegada, subí mis cosas al cuarto que compartí por años con Jorge mi hermano mayor. Todavía parecía mejor tendida su cama que la mía, él era más ordenado, más inteligente, y a veces creo que más feliz que yo. A pesar de eso, jamás me lo hicieron saber de niño, hasta que yo solo me di cuenta. Puse mis cosas sobre la cama y me senté esperando que las horas pasaran rápido, y que de pronto la vida me diera la respuesta de una pregunta que aún no sabía.

El olor de la cena me despertó de mi concentración, las grietas de aquel cuarto habían ocupado todos mis pensamientos. Pronto escuché los pasos de mi madre, igual de pesados y duros como cuando mis hermanos y yo nos apresurábamos en el baño para estar listos. El momento de la cena en mi casa, significaba el corazón de mi familia, no importaba lo que pasaba en la vida de cada uno, los deberes, ni las amistades. A las ocho en punto mi padre,  mis dos hermanos; Jorge y Eva, y yo, debíamos estar sentados en esa mesa redonda, esperando que mi madre nos deleitara con alguna receta, unas veces misteriosa, otras tan ordinaria como quesadillas y jamón. Mi padre nos cuestionaba sobre nuestro día y estaba prohibido contestar con monosílabos o con pequeños argumentos. Debíamos contar lo más que se podía, de lo contrario mi madre se dedicaría a cuestionar nuestros pasos, hasta dar con la verdad.

Esa noche cenaríamos pollo y verduras, mi padre había tenido algunos problemas con su colesterol y ahora mi madre cocinaba cosas bajas en grasas y algo aburridas. Se notaba que mi padre estaba cansado de dicho menú, ya que su expresión de fastidio duro toda la velada. Por mi llegada mi madre había preparado un pastel de manzana, los ojos de mi padre brillaron con la llegada de tan suculento manjar, pero un sólo gesto de mi madre calmó sus ánimos y dentro de su plato un pedacito pequeño, casi grosero acompaño un tenedor que parecía descomunal a su lado.

Debes de estar cansado, dijo mi madre de pronto. En toda la noche la plática no había tenido más razón que la de darle vueltas a lo más superficial de la nada. Las noticias, el tiempo, el trafico del aeropuerto a la casa. Pero los ojos de mi madre cambiaron de su avellana convencional a ese casi rojizo. Eso sólo quería decir que había llegado el momento de hablar.

Mamá; sólo estaré unos cuantos días, les agradezco que me dejen quedarme mientras encuentro un departamento dónde pueda vivir. –Es que eso no me interesa Alberto- dijo mi madre, y de pronto empezó lo que yo ya había predicho en sus ojos.

Hijo, sé que debe ser difícil para ti todo lo que está pasando. Pero creo que venir hasta acá no hará que tus problemas desaparezcan. Sabes que tu padre y yo, no podemos hacer otra cosa más que apoyarte en tus decisiones, aunque no estemos de acuerdo. Pero en este caso, quiero que sepas cual es mi opinión, bueno más bien nuestra opinión –miro a mi padre severamente y éste asistió-. Como siempre, creemos que la familia es un vínculo indestructible y éste debe ser cuidado hasta el final. Cuando decidiste casarte con Tania la ligaste a éste vínculo y dejarlo atrás es algo que es muy difícil para nosotros entender. No sé cuales hayan sido las razones para tomar una decisión tan tajante y cerrada. Pero creo que como tu familia tenemos el derecho de saberlo.

Por un momento mi cerebro volvió a sentirse como un niño de seis años cuestionado por mi mal comportamiento con mi hermana a la hora de comer, y cómo deje que su muñeca preferida rodara por el lodo del patio. Pero  ésta vez estaba hablando de un comportamiento que les es completamente ajeno. La vida personal, o familiar que había decidido comenzar con Tania seis años atrás me hacía ser harina de otro costal, o por lo menos eso había creído todo éste tiempo. Mamá, le dije serio y con cara de adolecente enojado. Creo que son cosas en las cuales no debes de meterte. El rojo de sus ojos ardía y sentía su fulgor ahogado hasta la espina dorsal. Mi madre no estaba jugando, yo tenía que dar una explicación a mi divorcio, en ese momento o en otro, porque ella no iba a quitar el dedo del renglón.

Debido a que había comenzando una batalla que sabía perdida, me llene de aire pesado proveniente del perfume floral que provenía de mi madre.  Mire a mi padre que me correspondió con una mirada dulce y casi compasiva, y empecé a explicarle.

El amor es una situación difícil cuando los sujetos ligados por tal sentimiento no comparten la misma sangre. Es más fácil amar a mis hermanos y perdonar sus errores, es más sencillo dejar que mi madre me obligue a hablar de cosas que no quiero y comprender que mi padre guarde silencio cuando más necesito una palabra. Cuando el amor es entre dos extraños, cuando la pasión los une y las hormonas transitan por un tiempo, uno cree que se puede vivir por años en esa situación. Pero luego vienen los errores, los gritos, la rutina, los silencios y las neuronas nos hacen pensar demasiadas veces que lo que hicimos no fue la mejor elección. No quiero decir tampoco que no quiera a Tania, esa mujer llego a mi vida dejando que mi corazón la abrazara desde el primer momento. Su cara la puedo ver siempre en el reflejo de luz  a la hora de apagarla cuando voy a dormir, por las mañanas no puedo dejar de pensar en su nombre y creo que todavía busco su mano por debajo de las sábanas. No quiero que pienses que otra mujer ha movido mis sentidos, o que Tania a dejado de mirarme para ver a otro. Creo que dentro de lo que cabe nuestros problemas eran más serios que una infidelidad. Tania y yo nos cansamos de existirnos, de pronto no éramos más una pareja, los dos mirábamos para lados contrarios de la cocina en el desayuno y los besos sabían a periódico cuando nos despedíamos. Quisiera poder decirles que no hicimos nada para poder rescatar nuestro matrimonio. Pero hemos agotado todas las opciones. Como bien saben Tania es de esas que jamás se dan por vencidas, no saben perder. Y ella ha logrado que yo me siente enfrente de un sujeto a contarle mis intimidades y hemos hecho largos ejercicios de entendimiento. Y es que ese no es el problema. Yo la entiendo y ella me entiende a mí. Siempre hemos sabido cuales son nuestros defectos, qué nos molesta de cada uno, y nos soportamos. Sabemos exactamente todo, nos predecimos, nos completamos las frases y terminamos por entendernos con la mirada. Ella me conoce como yo la conozco a ella; completamente. 

El corazón es un arma de doble filo, uno desgasta el amor, lo usa, lo vierte, lo subraya, de pronto nos vemos sumergidos hasta el cansancio en él y creemos que el líquido que lo sostiene en nuestro corazón jamás dejara de mojarnos. Pero una tarde te encuentras simulando amor en una cama, cansados de no sentir nada, intentando patéticamente sobrellevar nuestros cuerpos hacía lo que antes nos movía, y no pasa nada. Sólo mazas suspendidas por el tedio. Y las espaldas dan paso a un sueño tan fingido como el placer. Y pretendemos que dormimos, mientras ambos en cada lado de la cama, vamos separando nuestras vidas, viendo hacía la pared con los ojos bien abiertos, entendemos que todo ha terminado. Pero da mucho miedo dejar lo que se tiene. Empezar una nueva vida, tomar las riendas de tu propia felicidad es algo que duele e incómoda. Es más fácil pretenderla que realmente vivirla. Para ser feliz se necesita primero trabajar con libertad y paz. Cosa que ninguno de los dos habíamos hecho.

No quiero contar nada más, porque cualquier cosa que diga sobraría. Creo que en resumen puedo decirte, o más bien decirles. Tania y yo hemos dejado de amarnos.

Y entonces mi madre comenzó a llorar. Mi padre se paró del sillón y me abrazó muy fuerte, susurrándome al oído. Bienvenido a casa.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Al lado.

Amanecía, te pude sentir con facilidad del lado derecho de mi cama, inmóviles porque aun dormías, escuche tu respiración tocando la melodía escondida del que solo tu tienes la partitura. Quise abrir los ojos pero quería disfrutar del calor que aun emitía tu costado. Imagine tus sueños y tuve la esperanza de verme en ellos, pero estabas tan quieto que quizá solamente descansabas. Seguramente habíamos platicado toda la noche, como tantas otras y entre esos silencios pausados y alegres que juntos sabíamos construir, nos quedamos dormidos.

No quería moverme para no molestar tu quietud, la simple idea de saber que estabas a mi derecha me regalaba serenidad, y hacia a esa mañana ordinaria más brillante a pesar del que el sol todavía no alcanzaba el alba.

Después, sin que mi voluntad interviniera, mis sentidos despertaron, y poco a poco fui sintiendo el frío de las sabanas, mi espalda y la almohada bajo mi nuca me recordaron algo. Respire e intente recobrar el sueño, no estaba cansada, sólo había notado que te había dejado dormido, mientras el viento del vacío soplaba justo a la derecha de mi cama.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Septiembre...

Y ya es septiembre. Al darme cuenta apenas hoy, me impresioné como mi Mamá lo hace cada vez que cumplo años. Qué rápido se va el tiempo, el verano lo sentí corriendo, entre mudanzas, viajes y descubrimientos.

Me encanta el mes de septiembre; su clima, sus colores y el olor. Pero sobre todo porque hay muchas cosas que celebrar y pretextos para reunir a la familia. Se cumple el centenario de la revolución y el bicentenario de la independencia. Mi familia, como cada año, hará todo tipo de alimentos llenos de sabor y claro calorías, pero qué importa. Luciremos trajes mexicanos, aunque sólo sea un par de trenzas o un sombrero grande. He escuchado tanto de no hay nada que celebrar este año que parece una campaña mercadotécnica, pero, creo que es al contrario. Sí la identidad como país nos la dan los colores, las festividades y el folklor mismo, no creo que exista mejor manera de unificar al pueblo hacía una nueva lucha. Dónde se grite de nueva cuenta; Muera el mal gobierno!, Viva México!. Todo empieza por la actitud, por un pequeño grito que mueva corazones y siembre ideales verdaderos y conscientes hacia un bienestar común. Por eso, y muchas otras cosas, tenemos mucho que celebrar y que disfrutar por éstas fechas. Aquellos que con su negatividad tratan de separar al pueblo, son cómplices, en parte, del que ataca nuestras calles y pretende apoderarse de lo más preciado del ser humano, la paz.

Me encanta septiembre porque trae consigo el inicio de mi estación favorita, el otoño. Por que tiene los colores más inspirantes y la calidez más pura. Por que sus noches se visten de luna suave y serena, pero a la vez fresca y algo seductora. Te das cuenta que la muerte es algo natural en la vida de todo ser y que ésta pueda llegar a ser hermosa e impresionar los sentidos. Las hojas despiden al verde, los arboles comienzan a agitarse. Por las tardes suaves gotas de fresca ventisca caen en los balcones y surten su efecto en el rocío palpitante de las mañanas cada vez más perezosas. Y vivo feliz con mi septiembre, me siento dichosa con exhalar su aire, no hace falta nada, cuando al rededor puedo contemplar todo lo necesario.