sábado, 4 de septiembre de 2010

Al lado.

Amanecía, te pude sentir con facilidad del lado derecho de mi cama, inmóviles porque aun dormías, escuche tu respiración tocando la melodía escondida del que solo tu tienes la partitura. Quise abrir los ojos pero quería disfrutar del calor que aun emitía tu costado. Imagine tus sueños y tuve la esperanza de verme en ellos, pero estabas tan quieto que quizá solamente descansabas. Seguramente habíamos platicado toda la noche, como tantas otras y entre esos silencios pausados y alegres que juntos sabíamos construir, nos quedamos dormidos.

No quería moverme para no molestar tu quietud, la simple idea de saber que estabas a mi derecha me regalaba serenidad, y hacia a esa mañana ordinaria más brillante a pesar del que el sol todavía no alcanzaba el alba.

Después, sin que mi voluntad interviniera, mis sentidos despertaron, y poco a poco fui sintiendo el frío de las sabanas, mi espalda y la almohada bajo mi nuca me recordaron algo. Respire e intente recobrar el sueño, no estaba cansada, sólo había notado que te había dejado dormido, mientras el viento del vacío soplaba justo a la derecha de mi cama.

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