viernes, 28 de octubre de 2011

Tu nombre.

Vamos a contarnos un cuento, dónde yo sea el turiferario de la noche, que lleve en el cuello los aromas, en las manos las ideas, y en los brazos tus gustos.

Designarme el augurio de tus labios, las castañas que no he probado, y los solsticios del invierno en tu mirada. Combinémonos nuestras luces y los reflejos manchados. Llámenos a los dioses por su nombre; uno a uno, y descartemos los milagros.

Todo, aunque lejos, existe si lo nombras, si lo acaricias con el suspiro de tus noches, si lo enciendes con tu espalda en mi oído. No hay placer sin pecado, ni beso sin tu nombre.

Que los personajes se distiendan, que se ensanchen por las letras, que culminen en apagones de bengalas, en racimos de olivos, en horas santas. Ni tu cuello, ni la espera de mis labios, ni los caminos, ni roma, si las malas fortunas. Todo aquello que haz temido se condensa en un sólo minuto.

Si te veo y no encuentro tus latidos, si estas y no, y te acaricio y muero, y entre las sombras los espejos no reflejen nada. Te encontraré en la noche de mis sueños, en las tardes calladas en las que duermes. No son horarios, ni gemidos, ni billetes, ni contratiempos. Es tu nombre junto al mio.

miércoles, 26 de octubre de 2011

No se me ocurre nada.

No se me ocurre nada, ni árboles de otoño, ni adoquines sucios y llenos de hojas, ni miradas, ni entradas ni salidas.

No se me ocurren nombres, ni pronuncio cadáveres, ni recojo cenizas, ni juego con fuego, no se me ocurre ni inventarte entre las sábanas de ceda que no visten mi cama.

Ni el azul, ni el rojo, ni sabina. No se me ocurre hablar de ti, ni de nadie, no tolero pensar, y mejor canto, luego me callo porque olvido las letras y miro de reojo hacía la calle.

Ni gatos, ni perros, ni sonidos de ambulancias, ni el tren que pasa siempre a la misma hora. No se me ocurre noches, ni días de fiesta. No hay pasados, ni futuros, sólo un montón de tierra. No sueño, no veo en las caras la tuya, ni en los remiendos mi corazón escarlata, solemne que no espera.

No se me ocurre despeinarme, ni descansar, ni dormir, ni beber agua. No tomo té de fresa, y he dejado de usar azúcar morena. No cocino pasteles, ni pastas, ni le pongo manzanas a la tarta. No se me ocurre pintar puentes, y el oleo resbala por mis dedos, y no me mancha.

No se me ocurren nada, ni luciérnagas, ni bicicletas moradas, ni tu voz. No hay en mi mente racimos de flores blancas, no hay cosechas doradas, ni dios, ni monte, ni adoración. No se me ocurre regar las plantas, ni abonarlas, ni hablarles.

Dejé de susurrarle al viento, por eso, porque no se me ocurría nada.

lunes, 10 de octubre de 2011

Borrar...

No hay manera de borrase completamente, con más ganas que tenga de no haberte existido, pues, sigues buscando de alguna manera mi recuerdo. Quisiera que me olvidaras y quisiera que no volvieras a gastar mi nombre.

Quisiera muchas cosas, pero es imposible, tal vez el tiempo de hará darte cuenta que lo que haces es andar en círculos. Tal vez si vuelvo a contestarte en silencio, tal vez si te das cuenta que tus amenazas ya no retumban, tal vez si te dieras cuenta que ya no te temo.

En conclusión, que escribo para no faltarte al respeto, pero tienes que entender que ya no hay nada qué buscar. Cuando al décimo llamado alguien no te contesta es porque no le interesas. Ni es hacerse del rogar, ni es tampoco, una manera de llamar tu atención. Es porque realmente no me importa.

Y si, me cansa, me fastidia tu insistencia, ya no creo en los buenos modales, ni ponerme en tus zapatos, ni tratar de entender, ni seguirte la corriente. Simplemente, y siguiendo con la misma linea, quisiera borrarme de tu mente.

sábado, 1 de octubre de 2011

Ilegible.

Intangible como las nubes lejanas, enamorada como si le viera diario, tal cual si noche tras noche acompañara mis silencios. Estoy pero no, y, aunque quisiera estar me ausento.

El destino es un largo hilo del cual, estamos amarrados uno a cada lado, a veces pienso que ni el peso de la vida podrá juntarnos justo por en medio, por la gravedad de los cuerpos, por el simple hecho de querernos.

Vuelo de un lado a otro de la casa, me acomodo en el sofá, prendo la tele, leo un libro que termina por recordarme a ti y lo cierro de golpe, para luego acariciar la tapa y con los dedos dibujar tu nombre. Luego, miro por la ventana y parece que te veo venir entre las persianas, ni rastros de tu voz, es curioso por más que grito, ni mi nombre te ha alcanzado.

Empiezo a temer que me hayas olvidado, busco de un lado a otro de la sin razón, ésta manía de quererte, escojo las opciones más dramáticas, supongo que para cuándo me entere de las reales no me parezcan tan odiadas. Miro el reloj y veo las horas, cuento.


Parezco tan extraña, no te existo, es cierto.

8%

Es posible que mis letras se quedaran sin alma, que se secara para siempre las ideas con las que mojaba mis labios para no gritarlas. He pensando en la posibilidad de que, parte de mi, se quedara dando vueltas en círculos sobre una misma idea y no pueda evolucionar, para llenar tal vez, o aunque sea sólo un poco de frescura ésta parte de mi.

Cuanto pasa cierto tiempo sin querer escribir me preocupo, no soy de las que se quedan en silencio cuando quedan rastros. Ahora, empiezo a notar que algo está cambiando, que las cerraduras se oxidan, que los tiempos cambian, que octubre nos aparece en el camino.

Tan difíciles son las desiciones, como tan absurdas las coincidencias. Quiero dejar de acariciar las pestañas del "hubiera"; perdonarme por haber dejado de amarte, y dejar atrás el atrevimiento tuyo de no saber hacerlo.

No sé si entienda todavía las razones, ni sé si está bien acordarme de ti de vez en cuando. Pero cuando volteo atrás delicadamente, es difícil encontrarte merodeando entre mis muros, más bien, tengo que poner atención y buscarte. Somos lo que hemos escrito en las paredes de otros, somos la historia que se comparte. Yo soy sólo silencio de tu boca, y un par de reproches bien vengados.

Quisiera borrar el cielo con tu sombra rota, que se caigan las hojas, que terminen los días, que veamos que para estas fechas ya nada se tiñe de blanco, ya nada se espera. No quiero aprender a olvidarte, quiero más bien encontrarte en alguna parte, tener en mi mente la apariencia de que realmente exististe, te borraste tan deprisa que pareces que te he inventado.

Dejémonos de fechas, de ochos por ciento, dejemos que todo aquello se turbe y colisione. Dejemos de evocarnos, aunque sea, en el silencio.