sábado, 1 de octubre de 2011

Ilegible.

Intangible como las nubes lejanas, enamorada como si le viera diario, tal cual si noche tras noche acompañara mis silencios. Estoy pero no, y, aunque quisiera estar me ausento.

El destino es un largo hilo del cual, estamos amarrados uno a cada lado, a veces pienso que ni el peso de la vida podrá juntarnos justo por en medio, por la gravedad de los cuerpos, por el simple hecho de querernos.

Vuelo de un lado a otro de la casa, me acomodo en el sofá, prendo la tele, leo un libro que termina por recordarme a ti y lo cierro de golpe, para luego acariciar la tapa y con los dedos dibujar tu nombre. Luego, miro por la ventana y parece que te veo venir entre las persianas, ni rastros de tu voz, es curioso por más que grito, ni mi nombre te ha alcanzado.

Empiezo a temer que me hayas olvidado, busco de un lado a otro de la sin razón, ésta manía de quererte, escojo las opciones más dramáticas, supongo que para cuándo me entere de las reales no me parezcan tan odiadas. Miro el reloj y veo las horas, cuento.


Parezco tan extraña, no te existo, es cierto.

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