lunes, 27 de mayo de 2013

Colores-

El azul de mis mañanas, la lluvia que cae, el espejo me espera impaciente -hoy me veo mejor que ayer- me digo, sigo y el verde me saluda, un montón de tonalidades, sabes que faltan unas, descubres unas nuevas, echas de menos las que se han ido. 

Desayunas y los amarillos y rojos encienden los motores del coche hacía lugares diferentes, tu lugar o el mío, da igual, el día sigue. Blanco, negro, gris, metálicos hermosos te esperan relucientes de labores, al igual que el descanso y tus tardes en tonos rosas y el morado de las noches que caen sin darnos cuenta. 

Todo el día se siente el color fluir entre el ambiente, se duerme, se come, se ama con él ¿por qué no cambiar también de color las cosas, las situaciones a mi antojo? Yo creo mi mundo, yo percibo y veo lo que decido, amo lo que quiero amar, disfruto, tomo y bebo lo que se me antoja. También puedo cambiar de color si así lo necesito. 

viernes, 24 de mayo de 2013

Cinco minutos.

No me permito condenarme una y mil veces por los errores, ni por los errores de otros. Y aunque parezca que doy pasos sin rumbo fijo, mis pasos son cadenciosos, pausados, musicales. No tengo necesidad de tener todo programado, tengo necesidad de sentir aire fresco, regresar a casa y sentirme tranquila, amada. 

Me lo repito, porque la vida parece que quisiera programarme una mordaza, pero no, la libertad es mía, soy más feliz de lo que fui en muchos años y más libre cada día, aunque esa libertad me cueste dar todo lo que soy día con día. 

Y, aunque no diga nada, y aunque muchos me digan que debo abrir un blog serio en el cual cuente esas otras cosas que también soy, no dejo mi rincón porque es parte de mi vida, porque él me ha hecho suya y yo me lo he ganado. Aveces, para ser libre, hay que abstenernos de cosas, hay que prohibirnos otras. Todo tiene su costo, incluso, escribir de vez en cuando por aquí, aunque sea solo por cinco minutos. 

viernes, 17 de mayo de 2013

Ni ahora.

Nunca lo entendiste, porqué lo ibas a entender ahora que tus naves parten justo hacía no sé dónde. Cuando no veo barcas, no veo mar, no veo nada, ni mi misma. Recuero que alguna vez despreciaste mi sonrisa, recuerdo que también la querias.  Pero lástima, todo termina.

Hoy recuperé el aliento, me senté, disparé, maté a cientos de ti, a miles de ti, una y otra vez hasta cansarme, luego, miré la tele, tomé creo un poco de té, y despegue los ojos al sueño, ese que no logro alcanzar hasta pasadas las cuatro cinco, cuando todo se despierta otra vez, y yo parece que prefiero callarme mientras otros hablan, y me duermo. 

Y quizá pueden ser esos días en que uno se puede poner a escribir un sin fin de cosas y esperar que salga algo que no hable de lo mucho que molestan las cosas que se han hecho y las que no. Pero da igual, ni lo entendías entonces ni lo entenderás ahora. 

Puedo.


Puedo no dormir nada uno noche más y desplomarme en las oscuras páginas de lo indevido. De todas aquellas escenas que tardan tanto tiempo en ser borradas y que más bien por morbosidad se encienden como farolas escarchándolo todo. Dejando todo cubierto de cenizas. No recuerdo la ultima vez que me pinté de esas luces de viento ahumado, sudoroso y tedioso, fue creo aquella tarde tuya, verde, toda tuya. 

Pero esta noche es tormentosa, como cada noche, que se aparece para ensanchar el mundo para cubrir la oscuridad y mirarme de frente para persuadir mi miedo y enfrentarme. Para seducir mis faltas, para darme tres o cuatro estocadas en la espalda. No hay lucha, hay solo un mensaje. 

No tengo ya nada que perder, cuanto creí tener algo descubrí que no tenía nada que perder después de todo. Esta vez, como aquella no es más fácil, solo es un paso más, una mirada al precipicio de la noche morada. Descubrir que los ojos azules se abren justo de madrugada, que yo puedo esperar a verte despertar para dormirme, que puedo desvelarme mientras callas. 

jueves, 16 de mayo de 2013


Quizá no quieren que escriba, tal vez quieran que me guarde todas las cosas para mi y termine explotando como todas esas cosas que terminan por colapsar cuando se saturan. Como el cuento del vaso hasta el tope y la larga pila de tablas de madera que se caen cuando pones una sobre otra.. La gravedad o lo que se que ocurra termina por ceder, y todo se viene abajo. 

Por eso prefiero escupir, quizá de manera poca profesional, tal vez utilizando todas esas palabras que no debo de usar, lo lugares comunes, las imagenes ya dichas, las palabras que resuenan entre la caverna montañosa y desdeñosa de mi cerebro. Pero prefiero hacerlo a la mala, a la antigua, así como  estoy acostumbrada, aunque alguno mire y vea y descubra (si puede) de que hablo. Que hablo de ti, de tus cosas, de lo que ya no sé de ti, de lo que no sé de mi, de lo que ya nos ignoramos mutuamente desde hace tanto tiempo. 

Supongamos, y sólo como un pequeño cuento que no digo ni pio, que guardo dos años más de silencio. Qué más puede pasar-me creo que las cosas que se han dicho y que se han dañado pues han quedado ya en el basurero  y como todo, se ha pudrido dentro y ha dejado de existir hace tanto tiempo. Solo quedo yo, eso que quedó después de que todos juzgaron pertinente dejar de juzgar. Entonces quedo yo en silencio en ese pequeño espacio de piedra que me tocó vivir viendo pasar como se aglomeran los platos sucios, y como se manchan los pisos y corren los pájaros a sus nidos y caen las crías y mueren, y nace el sol, y todo el mundo sigue en sus cosas y yo en en el mismo lugar, con mis tenis sucios una cámara en mis manos dónde visualizo lo que les cuento ahora y nada. Si me quedo callada no pasará nada que puedan entender los otros. Solo quedaré yo, diciendo nada. quizá, si eso hiciera, pero jamás he hecho lo que quieren que haga.

martes, 14 de mayo de 2013

La verdad.

La verdad se oculta entre los racimos de flores de la entrada; cada taza, los cubiertos, la mesita de noche. No es trabajo de nadie, por lo menos de alguien que yo conozca, poner en tela de juicio tus dichos y lo que ocultas tras el mantel del café de esta tarde.

Hay verdades que se asientan junto a mi boca como pergaminos dorados. Intenté (muchas veces) correr a buscar las palabras exactas entre la niebla, los días soleados y las cámaras de belleza perfecta, no las encontré. Entonces, busqué tu reflejo y ya no estaba, me di cuenta que las palabras no existían y desaparecí esa tarde.

Todas las verdades llegan juntas como los papeles en el escritorio un viernes por la tarde, como las escaleras de tu edificio cuando traes las compras. Largas e interminables, sufribles y necesarias. Caminé por todas ellas, encontré Burdeos y fotos de la plaza con niños con pies húmedos aquella tarde.

Conocí la verdad, y también guarde mi verdad bajo un personal y hermoso retablo. Entable conversaciones secretas conmigo misma entre las calles más inspiradoras de Polanco, entre poetas y escritores, entre heroes de guerra, entre corsarios. Ni ellos se enteraron, lo dije bajito, bajito, lo canté, lo pronuncié en letras, en versos que ya no recuerdo bien, pero lo dije, todas esas tardes.

Quizá, me ha faltado decir, quizá me ha faltado pedir perdón muchas veces en mi vida. La verdad, es que no lo sé. Hoy, me conmuevo inmovilizada por el viento, veo que emprendo casi cada día un nuevo plan diferente, una nueva fórmula distinta. No me enfado contigo, ni conmigo, ni con ellos. Y no queda mucho que desear de aquellos tiempos. Pero, recuerda, prudente, recuerda, que cantaré en silencio esa verdad que oculto entre sonetos.



miércoles, 1 de mayo de 2013

Fluyen las señales como golpes duros, como enredaderas, como si cada uno de ellos quisiera dejar un moretón grande y verde. Me hundo en mis zapatos de correr, me los abrocho y me preparo.

De mi mano caen flores, despedidas, mayos de diferentes colores, siempre estigmatizados. Las letras como arena se clavan en mi garganta y se quedan ahí; estornudo y compro boletos de avión para dejar la ciudad libre.

Me pregunto tantas cosas y hago honor a mi cuerpo tatuado. Cuando las señales convergen, los propósitos se disponen.