Fluyen las señales como golpes duros, como enredaderas, como si cada uno de ellos quisiera dejar un moretón grande y verde. Me hundo en mis zapatos de correr, me los abrocho y me preparo.
De mi mano caen flores, despedidas, mayos de diferentes colores, siempre estigmatizados. Las letras como arena se clavan en mi garganta y se quedan ahí; estornudo y compro boletos de avión para dejar la ciudad libre.
Me pregunto tantas cosas y hago honor a mi cuerpo tatuado. Cuando las señales convergen, los propósitos se disponen.
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