Hoy recuperé el aliento, me senté, disparé, maté a cientos de ti, a miles de ti, una y otra vez hasta cansarme, luego, miré la tele, tomé creo un poco de té, y despegue los ojos al sueño, ese que no logro alcanzar hasta pasadas las cuatro cinco, cuando todo se despierta otra vez, y yo parece que prefiero callarme mientras otros hablan, y me duermo.
Y quizá pueden ser esos días en que uno se puede poner a escribir un sin fin de cosas y esperar que salga algo que no hable de lo mucho que molestan las cosas que se han hecho y las que no. Pero da igual, ni lo entendías entonces ni lo entenderás ahora.
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