viernes, 28 de octubre de 2011

Tu nombre.

Vamos a contarnos un cuento, dónde yo sea el turiferario de la noche, que lleve en el cuello los aromas, en las manos las ideas, y en los brazos tus gustos.

Designarme el augurio de tus labios, las castañas que no he probado, y los solsticios del invierno en tu mirada. Combinémonos nuestras luces y los reflejos manchados. Llámenos a los dioses por su nombre; uno a uno, y descartemos los milagros.

Todo, aunque lejos, existe si lo nombras, si lo acaricias con el suspiro de tus noches, si lo enciendes con tu espalda en mi oído. No hay placer sin pecado, ni beso sin tu nombre.

Que los personajes se distiendan, que se ensanchen por las letras, que culminen en apagones de bengalas, en racimos de olivos, en horas santas. Ni tu cuello, ni la espera de mis labios, ni los caminos, ni roma, si las malas fortunas. Todo aquello que haz temido se condensa en un sólo minuto.

Si te veo y no encuentro tus latidos, si estas y no, y te acaricio y muero, y entre las sombras los espejos no reflejen nada. Te encontraré en la noche de mis sueños, en las tardes calladas en las que duermes. No son horarios, ni gemidos, ni billetes, ni contratiempos. Es tu nombre junto al mio.

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