domingo, 19 de diciembre de 2010

Caoba.

Vista desde arriba, parecía que había caído unos cuantos metros hasta colapsar con el suelo. Pero solamente estaba acostada en el suelo frío de madera de casa de  mi madre. Seguía escuchando el molesto tic tac del reloj de la sala que cada semana se atrasaba un minuto. Debían ser las tres de la tarde, el sol entraba por las cortinas fastidiosamente y el viento jugaba como tratando de espantar, sin lograrlo, el picor que producía en mi cuerpo. No podía creer que la vida se disparara hacía una dimensión tan desconocida, era como un gran estambre que llevaba a una madeja que no tenía un color preciso. Sin embargo, hay cambios y decisiones que, por más que nos muevan, y hasta cierto punto nos martiricen y den miedo, son alegres y llenas de esperanza.

Sí la esperanza es un acto presente que promete futuro, y que por ende jamás llega, tengo que rectificar mi dicho y hablar de fe. Una fe que mueve corazones, los descalza por más atrapados que se encuentren, los renueva. Las campanas resuenan por detrás del mosquitero de la ventana, me levanto del piso, veo mi cabello echo un desastre en el espejo del vestíbulo, y sonrío, algo está brillando al reflejo, pienso en ti, debería ser perfecto, lo es?

2 comentarios:

  1. la vida Valery, la vida siempre nos sorprende y segiuirá haciéndolo hasta el último instante de nuestros días.
    besos y feliz Navidad.

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  2. wow, que buen texto, yo diría que este texto es perfecto.

    Un abrazo!

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