domingo, 22 de septiembre de 2013

Paces. peces. pises, poses, puces.

Mientras Nacho Vegas resuena como un descarado por todo mi insomne departamento, mientras reviso las revistas que no me dicen nada, mientras leo de diferente manera los libros que antes ojeaba, y capturo las ultimas lineas del trabajo que tengo que mandar antes de las seis de la tarde; vienes a mi mente, corres por los parques y carreteras de mi pasado, todo eso que fui y se desvaneció sobre la lluvia, entre los huracanes, con un solo suspiro.

Es tan fácil desaparecerte de mis pensamientos, sin embargo, te capturo con los ojos abiertos y te sostengo en mi mano, justo delante de mi casa, en aquella banqueta fría esperando toda la noche a que saliera a verte. Y pienso en lo poco que nos amamos, y en lo mucho que nos quisimos. Y la melancolía de la pasión se enreda entre mi cabello y hace llegar a mi cuello el recuerdo de tu olor. Te paseo por todos mis sentidos y olvido todo eso que odiaba de ti, porque con el paso del tiempo ya no importa, sólo me quedan tus manías y la manera en que deslizaban mis manos por tu rostro.

El sol se hace millones de partículas (de esas que me hacen estornudar) y la brisa de cualquier mes alejado de nosotros mismos, y en otro lugar que no huele a ti, y con otros ojos (incluso) hago las paces contigo y no me pareces tan injusto. Y aquel adiós parece necesario después de todo. Entrelazo mis dedos entre la imagen que representas en mi mente, y me haces sonreír. Y te dejo ir, lenta y parsimoniosamente. Aunque antes de que des vuelta, antes de que te alejes, juego por ultima vez contigo (paces, peces, pises...)

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