jueves, 5 de julio de 2012

Crujir.

Las conexiones crujen con el tiempo; o se desgastan o se transforman. Pero lo interesante es el sonido. Jamás olvidaré aquel resonar tímpanos de esa primera mirada en un bar o el "tic" de un abrazo en el estacionamiento de la facultad. Tampoco pretendo olvidar cuando lo conocí a las puertas del cine, ni niego la cantidad de sonidos que trasmití aquella vez. Somos lo que hemos visto, tocado y disfrutado; pero sobre todo, aquello con lo que nos hemos ligado.

Mis hilos se fortalecen, si es que así se puede decir; se enganchan y se tejen por los senderos de mi vida sin mas pretensiones que las de siempre, salir ileso de las cosas y seguir respirando.

Somos tan grandes y pequeños, hacemos tanto ruido como queramos, nos ligamos tan fuerte o conectamos sin querer o queriendo con quien nos vamos topando. "Nunca estamos solos" me dijo una vez alguien a miles de pies de altura y a mitad del océano. Y yo en medio del mundo, más sola que nunca, me sentí una mujer segura sintiendo que el mundo me pertenecía (y así lo era).

Por que el mundo es un pañuelo, y si lo ves de una manera simplista, lo es. A pesar de las distancias, de las barreras económicas y sociales. Todo es posible cuando se desea algo con todas tus fuerzas y yo lo comprobé y lo sigo reafirmando día con día. Aunque el camino para lograrlo sea duro y empedrado, la gratificación de cumplir un sueño por más pequeño que sea te convierte en magnificente.

Y de eso se tratan los sonidos que vamos creando: de crujidos enganchados a imagines y sensaciones; de experiencias y voces, de re-afirmaciones. Pero sobre todo, de felicidad.

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