martes, 10 de marzo de 2015

Me caso.

Me consumen los azares y los pasteles. Los manteles largos, las coronas y los platillos. Las listas, los regalos, los viajes. Pero lo más importante es lo que vienen después del "para siempre" Mientras encuentro maneras de explicarme a mi misma cómo llegué a sentarme en las platicas prematrimoniales; tu tomas mi mano, sonriente, aguerrido, siempre luchando para mi. No me había dado cuenta de lo mucho que amabas, de lo paciente, servicial y leal que haz sido conmigo todo este tiempo. Soportando mi indiferencia, mi rechazo, mis sueños de huída, mis apuestas a la vida. Siempre esperando el momento correcto para ir a encontrarme, para mostrarme el amor que abraza, el amor que cuida, el amor que lucha. Corriste por mi, me alcanzaste en la carrera más tormentosa de la vida. No lo sé, quizá sea por tu amistad, por tu amor, por el mío, porque somos todo lo que quizá no esperábamos en alguien y porque eres todo lo que pensé no existía. Por eso me caso contigo, porque hay cosas que se dicen de frente y sin miedo, porque me convenció tu convencimiento, porque si tu estás tan seguro me subo a tu espalda y huyo contigo y no de ti. Me caso contigo, esta noche o cuando sea. Mi vestido de novia son tus amores, mi respeto y tus atenciones. Pero lo has hecho todo bien, has ido por mi mano, me has demostrado que es un hombre y después de todo, has valorado que soy una mujer. Me caso contigo porque así debía haber sido, porque toda la historia en resumen era para traerme hasta el altar contigo, me caso contigo porque las razones son muchas, porque las descubro día día, porque me sorprende no haberlas visto.

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