lunes, 21 de octubre de 2013

Navegar.

No sé ni porque, pero ésta semana traigo sentimientos "enmarañados". Y es que no es que se tenga que tener claro todo, pero, pff a veces, la vida te pone una neblina en los ojos, y blank, nada. Y  es el punto exacto de escribir; para poder entender un poco, o mejor dicho, poder entenderme un poco. No tendría ni porque subirlo al blog, pero qué más da. Hace tanto tiempo que entre él y yo tenemos una relación, digamos, íntima, que dejarlo fuera de mis pensamientos en éste tipo de momentos es absurdo.

Y hablo, o bueno, escribo y escribo tratando de averiguar qué me pasa. Todo, dentro de lo que cabe en mi vida, es "normal" digamos que va muy Valery tengo el control de mis cosas, de lo que hago, cómo lo hago; me dedico por primera vez a lo que me gusta hacer, me pagan por eso, me va bien. Tengo estabilidad emocional y familiar, bla bla, digo, dentro de mis parámetros de normalidad, todo sigue su curso. Pero es cuando termino cansada de editar todo el día, cuando me siento delante de la computadora y chaz! me vienen sentimientos que no sé cómo identificar.

Si bien, después de las nebulosas  aparecen enfrente caras intermitentes como intentando señalarme algún camino, no distingo el porqué. Todo tiene que seguir su curso, tomamos decisiones que  bien o mal nos llevan al camino que deseamos seguir. Estoy aquí porque lo he decidido yo, y soy feliz con ello, de hecho muy feliz. Sé que me faltan cosas pero todo se ésta construyendo (lugar común "roma no se hizo en un día) no hay porque querer correr, sí algo he aprendido en mi vida es que los pasos se dan pequeños, seguros, certeros, pausados. Algunos de rápidos si, pero pensados y disciplinados. Las cosas que son para ti, llegan, se juntan y se desbordan en el tazón del café por la mañana, en las manos de un amiga, en las rosas de la entrada, en las platicas sin fin antes de dormir, en todos los viajes que se planean y en los que ya se quedan sellados en el pasaporte. En la gente que se se ama.

Aunque, no entienda bien a qué me refiero, y quizá, o mejor dicho seguramente nadie más lo sepa, es tan reconfortante saber que estás aquí frente a mi leyendo,  o dejando que te escriba justo en tu pecho, día a día mes por mes, durante años (ahora hablo con mi blog) que jamás podré recompensar la sensación de alivio, como si después de cuatro o cinco manotazos al teclado, dejara todo fluir y todo se quedara ahí y navegara hacía no sé donde. Quizá, hacía ti.


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