martes, 3 de noviembre de 2015

Perdemos.

Dónde está, me escape de aquel suspiro que no tenía sentido, y la puerta abierta para ver si el aire trae consigo alguna esperanza. Decidí saborear pausadamente el desayuno sin preocuparme de dónde estaré sirviendo la mesa el día de mañana. Me instalé en una casa, guardé mis cosas y se integraron otras. La felicidad siempre deja estragos, hay más de un naufrago que perdió la guía cuando el ciclón de mis emociones encontró puerto. La perdición hace que busquemos sonidos familiares en las olas del mar, y que por la noches quiera vaciar mis bolsillos y correr a otro pueblo. Es necesario que rescate a los damnificados, colocar cada cosa en su lugar y tener mejores caminos. Pero, dónde está el suspiro y el tono en que se decían las cosas. Me oculto y recojo las sensaciones que amanecen cuando el suelo cae bajo mis pies antes de quedarme dormida. No lo encuentro.

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