martes, 8 de febrero de 2011

Gigante.

Volteo hacía la puerta, las cadenas estaban puestas, y sólo brillaba un poco el metal de la hendidura. Pasé mis manos por mi cabello, y todavía podía escuchar el trajinar de mi corazón después de soñarte. Grandes pasos tras de mi, tu gigante, yo como una hormiga en la inmensidad de tu calzado.

Mi niñez contigo fue difícil, me convertí en un hombre a los siete años cuando mi madre desapareció, y tu, te convertiste en un monstruo. Hubiera querido domarte, encadenarte cómo ahora lo hago con la puerta de mi apartamento. Pero sigues dentro de mi, recordando a cada instante la inmensidad de tus palabras. El miedo de un niño deja ciego al adulto. Yo te tenia miedo, más bien, todavía te lo tengo.

Veinte años desde la ultima vez que te vi con vida. Tres años desde que convertí tu horrible cuerpo en cenizas y lo dejé en aquella parada de autobús "olvidado". Tu eres, para mi, más que tierra. Eres pesadillas, marcas en mis brazos, mi sangre; la del piso, la de mis brazos.

La noche seguía su curso, debía de volver a dormir, pero como siempre, tu recuerdo, el único recuerdo de ti, seguía relampagueando.

1 comentario:

  1. terrible pero... real como la vida misma.un excelente relato o realidad...
    besos.

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