Escupo al cielo, esperando justo en el mismo lugar. Me ausento y me dejo ver. Te creo, de crear; te deseo, de ojalá. Pero no, nada cambia en el lugar dónde me paro, ni la brisa, ni el cielo, ni mis manos.
Te sé, o te sabia. Recorría tus laderas y sobre tus pies dormía. Una y otra vez mis ojos te rogaron "quédate" y te fuiste o me fui, o nos cansamos.
Y hoy, o mañana, tal vez ayer. Llore y sobre mis ojos, la maldición de la ignorancia, de saberme llena de liquido ahogado. De emborracharme de querer, y sigo aquí, todavía, escupiendo para arriba.
Poesía en prosa... muy bonito texto, Valery.
ResponderEliminarBuen fin de semana!
Bonito, muy bonito... Y al final siempre nos vuelve a caer en la boca...
ResponderEliminarA pesar de nuestros pensamientos, de lo que queremos para nosotros mismos... no sé como lo hacemos, pero siempre tenemos que acabar por tragarnos nuestras palabras.
Besinos
La maldición de la ingnorancia, me gustó esa frase, aunque a veces más que ignorancia es necedad.
ResponderEliminarMuy buen texto, breve y fuerte.
Saludos!