Tomaré prestadas tus manos para acariciar mi rostro una mañana de invierno, sentir el calor de tu hombro de aquellas noches de insomnio y así localizar en lo oscuro la luz de tus ojos. Penetrar los desiertos de tus silencios rotos, y andar por tus dunas y después beber de lo incierto.
No tomes a mal que no encuentre todavía tu nombre mis labios, y si me leés reconoce que estoy hablando de ti, aunque no te haya visto, aunque por dentro escuches eco y sientas que no existo. Escucha al vacío que esta proyectando mi rostro.
Presta atención que no lo diré dos veces, yo te amo, hoy, y para siempre. Cuando te encuentre sabré de lo que hablo, mientras tanto pretendo besarte, y mientras ensayo, me aprendo tu nombre.
Para ayudarla a que se aprenda mi nombre... yo soy aquel que enciende velas a tu alrededor para que tus momentos líricos se repitan más a menudo. Vine a ponerme al día con tu blog de amartelamientos y requiebros. Gracias por la amistad.
ResponderEliminarGracias por tus palabras y por leer. Y aquí sigo esperando que esos momentos se continúen. Un abrazo grande William!
ResponderEliminar