viernes, 7 de enero de 2011

Ayer te pregunté.

Qué sientes en el pecho?, ayer te pregunté porque el mio se estaba ahogando. Quién iba a decir, después de todo el recorrido andado, después de echarle la culpa a otros, de llorar por los rincones, de rellenar las grietas de ausencia y deseo con terrones de polvo suelto, estaría sintiendo ésto. Quién iba a decir que viéndote a los ojos dudaría, contaminando cada beso, rebanando las antiguas muestras de cariño, trasquilando las nuevas, escombrando la basura con las manos. No es tu culpa que mis sentimientos se hayan alejando de la orilla, que mi profunda seriedad y la frialdad de mi boca, de mis palabras que todavía yacen congeladas detrás de mi garganta te torturen. 

Te libero de toda culpa. Quién iba a decir que mi pecho y el tuyo se encontraran  flotando en la incertidumbre de mis actos. Que las lagrimas pesen, que los reproches sobren. Asumo la responsabilidad de que no me entiendas, que te preguntes  "el porqué" todas las mañanas, que sientas que se te ha caído el mundo o que no ha servido nada. Quién iba a decir que yo tendría esta vez la culpa, que ocurriría en los errores que por tanto tiempo no comprendía, que estuviera del otro lado de la silla, disculpándome por mi y por lo que me hizo ser así.

Soy el resultado del pasado, los consuelos no otorgados, la amargura serenada. Soy lo que ves, o menos, tal vez solo una alfombra manchada, dos letreros en la frente, tres dedos de menos. 

Ayer te pregunté qué se sentía, porque yo siento lo mismo.

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