miércoles, 19 de enero de 2011

Crisis

Parece que volvemos a empezar. Tengo un sentimiento ambivalente en este momento. Quisiera decir muchas cosas, quisiera contarles aquí todo lo que me ha pasado "realmente" en mi vida. Pero después pienso que es innecesario dar datos tan personales, ni a ustedes ni a mi nos interesa contar/saber tanto. Les puedo decir que vuelvo a empezar. Tenía un plan de vida personal que he desechado, porque en parte me equivoqué, porque en parte creo que "así pasan las cosas".

Tengo que confesar que estuve en crisis, una crisis de esas peligrosas y tardadas. Dos semanas de aislamiento, muchas, pero muchas lagrimas, seis o siete resbalones, llamadas angustiantes y enfermas. Pero aprendí de la crisis. Aprendí que tiene sus pasos y la superación de la misma requiere recorrerlos todos. El más difícil es el final, porque creo, en él uno se puede atorar por mucho tiempo. Descubrí que de una crisis sólo se sale de dos maneras; o te haces a la idea de que así son las cosas y te resignas o tomas una decisión. La decisión es luchar por lo que "te llevó a esa crisis" un error, una situación, un accidente, o catástrofe. Pero ojo, luchar por algo no quiere decir que sea el mejor camino, la lucha a veces es parte de un error tras otro. Lo complicado es identificar dicho camino. Interiorizar y pagar, lo que se tenga que pagar. Todos cometemos errores, no todos somos capaces de perdonarlos y menos de perdonarnos, pero es de suma importancia hacerlo, porque si no, el estancamiento en la crisis puede ser muy peligroso.

Ahora, yo puedo decir que no he podido salir de mi crisis completamente, pero es una lucha constante entre el alma y el cerebro. Digamos que estamos tan divididos cómo unidos. Hace tiempo conocí a un tipo que me decía que tenía que ser más racional, y creo que hoy puedo darle la razón absoluta. Pero la razón tiene mucho de corazón y de sentimiento. Uno no puede razonar algo que no se ha filtrado por las emociones más profundas de su ser. Por eso hablo del alma cerebral. Hoy puedo distinguir al cerebro (ese musculo que te ayuda a discernir cosas, aprender y todo eso neurológico que sería aburrido e incomodo explicar porque no lo entiendo) como parte integradora del sentimiento y de la razón. El cerebro es la oficina del alma, archiva todas esas cosas que, pueden desarrollarnos como personas o destruirnos con nuestros propios e incontables errores.

Por eso es imposible separarme de la fe, sea cual sea, en mi caso, creer en Dios y tener fe. El cerebro me indica los errores, las situaciones. La fe racional me hace saber a ciencia cierta que éstos no  son el fin del mundo si dentro de mi alma, reconozco y acepto que lo he cometido. Todo con la conciencia y el amor por uno mismo, que sin eso es imposible arrepentirse de corazón. Hace días pensaba en los milagros, y en que a pesar de que soy una persona creyente, no los concebía de una forma tan tangible. Dios es tan milagroso que actúa a veces sin hacer nada. Ese "dejar de hacer" como llaman los abogados es el milagro glorioso del aprendizaje en el dolor, en la conciencia y en la fe razonada. Podría darles datos biblicos cómo Pablo o Pedro, Dios les permitió cometer errores, Dios les dio la oportunidad de enmendarlos y sanar y purificar su oficina del alma, su propia conciencia. Pero no con un milagro inmediato, si no, con un dejar de hacer. Decidió con ellos mismos debía enfrentarse a sus demonios a sus actos. Pedro negó a Jesús tres veces, y dudo de algo que ya había visto. Pero Dios no le dio el milagro de la aceptación. El tuvo que arrepentirse y después buscar el camino para salir de la crisis. Su salida fue la resignación del un acto, la decisión de no volver a hacerlo y la conversión. Tal vez todo ésto esté fuera de lo que siempre escribo en estas paginas, pero me parecía necesario contarles.

Me tengo que ir, después les digo que siguió...

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