sábado, 22 de enero de 2011

Sueños de enero.

Tenía días intentando dormir naturalmente, a pesar de su incapacidad, se resistía a tomar cualquier tipo de medicamento. Pero una tarde cualquiera sucumbió. Se preguntaba mientras pedía las pastillas en la farmacia, si todos esos mitos sobre el suicidio con pastillas funcionaba. Se subió a su coche y recorrió el pequeño camino que le quedaba a casa. 

La vida es algo más complicada de lo que siempre pensó, todos los dramas que había sufrido anteriormente eran niñerías a la par de eso que le comprimía el alma día y noche. Quería no pensar, no sentir, desaparecerse dentro del colchón del mundo. Nadie la echaría de menos, y si era así, todos eran más fuertes que ella. Recapitulaba, no era posible pensar tan egoístamente, o se lo permitiría. 

Todo era como una historia de terror, una ficción, lagunas mentales en su mente, grises, tenues luces, fuertes y grandes ademanes de mal gusto. Llego a su casa e intentando no pensar en nada, tomo sólo dos pastillas, pero sin alejar el resto de su buró se tiró en la cama. 

Doce de la noche, el peso de la droga ahogaba su cuerpo, pero su corazón seguía latiendo, oprimiendo el silencio, concentrando en el dolor para una noche de sueños narcóticos. Ya por la mañana la desesperación volvía sin olvidarse de ella ni un segundo. Aparentemente la droga sólo hacia el efecto necesario, seis horas, o menos. Pero ella se sentía agradecida, descansar un poco era un alivio al final de cuentas. 

Debía seguir, era impresionante, como el mundo caminaba sin ella. Los demás reían, la tele rugía con lo mismo de todas las mañanas sin percatarse del sol gris, de las telarañas, el dolor, las lagrimas. Nadie se daba cuenta que estaba desfalleciendo poco a poco. Y su alma no dejaba de sangrar a pesar del mundo, encima del mundo, sin sonido.

El cuerpo es una maquina interesante, pensaba. Las necesidades naturales quedan como sólo un suspiro al lado de las necesidades emocionales, de los grandes fantasmas que le martillaban el alma constantemente. Ya en el baño, las lagrimas otra vez aparecieron, es más sencillo disimularlas con el agua cayendo irremediablemente sobre su cuerpo, sobre su débil, delgado y estúpido cuerpo.

Aveces se puede llegar a tener aparentemente todo, pero no tener nada. Un buen auto de ultimo modelo, ropa sin estrenar, una computadora nueva (la que siempre quiso), una casa nueva, un prometedor futuro laboral, o por lo menos si ella así lo desea. Y no tener nada, voltear y sentir que nada es suficiente, no hay con quien compartir. Y quiere tener fe, una fe que sale siempre en los tiempos de tormenta, la  desesperada fe del que peca. 

Vestirse es una locura, las ganas se quedan atoradas entre el espacio y el closet, el frío no deja escapatoria al empalme, los desgarrados trazos de su cuerpo se tiñen de telares, lanas, algodón. Camina por la calle pretendiendo ser normal, pero mezclarse es una tarea difícil, nadie se da cuenta, aunque los ojos se le inunden de sentimiento.

Claros espejos de luna, delgadas cuencas de sudor, maldito enero.

1 comentario:

  1. Me ha llegado muy dentro tu historia sobretodo porque como tu protagonista tengo insomnio ocasional y dudo si tomar o no pastillas.
    Un beso y me alegro de volver a leerte!!!

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