sábado, 7 de noviembre de 2009

En tu ciudad III.

Disculpen si los bombardeo hoy con ésta historia, pero siento que si no la termino pronto, se quedará en el tintero por siempre. y le tengo un gran aprecio.

No he dormido en días, la emoción de éste viaje, siempre me hace olvidar muchas necesidades, como dormir, inclusive, no recuerdo cuándo fue la hora de mi último alimento, por eso dicen que desde que te conocí me ven más delgada, supongo. Busco por tus calles algún lugar en el que pueda descansar, no sé qué tipo de moneda utilicen, todo parece tan extraño, tan extranjero, pero tengo un par de billetes en mi bolsillo, una moneda que me dejaste en uno de nuestros últimos encuentros y una tarjeta con un número impreso.

En mi camino se me aparecen sombras, a pesar de traer puesto mis lentes no les encuentro rostro, no me dan miedo, pero tampoco me fio como para pedirles instrucciones, no soy tan aventada. De pronto un lugar parece tener aspecto acogedor, no me preguntes su nombre, ya te he dicho que no hablo más que castellano, aunque nunca te gustó mi idioma. Decidí entrar para ver si podía hacerme entender. Detrás de un mostrador, que parecía más una puerta de madera sobre un par de pedestales de piedra, se encontraba una mujer alta, su cara parecía apacible, pero dejaba entrever rasgos de nostalgia y tristeza, -debe ser aburrido, atender un hostal, como éste en una ciudad tan pequeña-, me dije, de nuevo haciendo gala de mi poca agilidad con la mímica, levanté mis manos y señalé hacia las llaves colgadas detrás de la Señora, que indicaban el número de habitación, la señora voltea a verme con una mirada piadosa y como magia la escucho decir; - quieres un cuarto jovencita?.- en ese momento la sangre empezó a correr por mi cuerpo desplazándose principalmente por mis mejillas, - de verdad me debí ver tan tonta, tratando de explicarme en señas, no sé porque no lo intenté primero con palabras-, después de un gran suspiro de alivio, volteo a verla y asiento con mi cabeza, mi miedo de abrir la boca sigue vivo, por lo que veo, ella dice – Son 5 androides-, Cinco qué???, grito en medio de ese pequeño lugar, tenía desde anoche que no escuchaba mi propia voz, que pareció venir de otro lado, - pero es que solo cargo con moneda mexicana, pesos? Entiende? le dije. – Ah bueno- dice ella, -en ese caso son 100 pesos-, uff!! Qué alivio escucharla decir pesos, ya me había imaginado durmiendo sobre una banca en medio de la plaza principal, sí es que daba con ella.

La señora me tendió las llaves, las sujete en mis manos y le correspondí con un hermoso billete de 100 pesos, no pretendía quedarme más que una noche solo para descansar mi cuerpo. De la llave colgaba un número 24, supongo debe ser la habitación, la señora me hace ver que siga por las escaleras y sin pensarlo dos veces mis cansados pies se ponen en marcha. Cada escalón que subía parecía más pesado conforme avanzaba, así pasa con los viajes, hasta las cosas más pequeñas te cuestan, todo equipaje por más sutil parece contener piedras, como el mío, solo cargaba con una pequeña mochila sobre mis hombros, pero parecía que Sísifo me había prestado su piedra.

Entré a la habitación y me dejé caer sin pena sobre la cama, ahí comienzo a sentir como mis ojos pesaban, se cerraban poco a poco, no sin antes imaginar tu rostro que me recordaba que me encontraba todavía en tu ciudad.


Continuara... supongo...

4 comentarios:

  1. y LUEGO?????... no me dejes así, me gusta muchisisisisismo como escribes de verdad. sube más de "tu ciudad". soy yo o estás hablando de muchas cosas a la vez, creo entender, pero no me queda claro. podrías explicarme?. tnks

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  2. Me encanta prima, escribes super bien... Te extraño, estas enamorada, me gusta, cuida tu salud, definitivamente al igual que Manuel Acuña eres talentosisima, te quiero mucho, gracias por existir y te recuerdo... cuida tu salud

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  3. Y en medio de los dos, mi madre como un dios ... Manuel acuña ja ja así es prima ... Cuidaré mi salud mental.. Y no me hagas preguntas tan difíciles, no se..

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