viernes, 6 de noviembre de 2009

Tu ciudad.

Me encuentro una vez más caminando por tus calles, siempre me pasa lo mismo, por más que te recorra, cuando menos lo espero, me encuentro perdida, nada de lo que veo me parece conocido, se está haciendo tarde, escucho a lo lejos unas campanas que resuenan, -debe ser misa de 7-, pero no logro identificar el origen, si tan solo pudiera saber donde se encuentra la iglesia, podría volver a un punto conocido y así encontrarme de nuevo, pero no puedo, me encuentro completamente indefensa, empieza a hacer frio, me gusta, pero me incomoda el viento es muy fuerte para ésta época del año, parece viento de abril en pleno noviembre.

Y sigo donde mismo paso por el mismo punto, un café llamado “Recuerdo”, vaya nombrecito! Pareciera que se burla de mi, el tiempo pasa es evidente ya no queda en el cielo un solo rayo de sol, pero mi mente no lo percibe, el tiempo en tus calles parece sostenerse como una pluma en el aire, cuando crees que va a descender que ha acabado su ruta, el viento la levanta y comienza de nuevo. No logro ver bien y pienso que sería un buen momento para pedir indicaciones, tomando respiro muy hondo me armo de valor y me digo, -No importa, la primer persona que vea-, mis ojos recorren esa angosta calle y nada, solo sombras, parecen fantasmas, nada que pueda asociar con una persona. Me embarga un sentimiento frio, asociado al miedo, supongo, el clima no me deja identificarlo como debería.

De pronto como milagro parece que mi mirada logra identificar un cuerpo, es un hombre creo, me lleno de valor nuevamente y me decido a hablarle. -Hola, disculpe-,La persona me voltea a ver, como quién ve a un pordiosero. Era un hombre joven quizá unos 25 o 30 años, no más, me resulto conocido pero pase de largo la duda, llevaba un pantalón negro o gris, era de noche y la obscuridad solo estaba aclarada por una sutil luz, una camisa de color blanca y una corbata obscura con unos dibujos bastante extraños. De su boca escuche un sonido que no logro identificar como lenguaje, yo desesperada hice señas, con mis manos hacia donde creí que provenía el sonido de la iglesia, el solo me ignoró. Y se fue.

Me encontraba otra vez sola, recorriendo tus calles, me sigo perdiendo en ti. Quizá sería bueno que me prestaras un mapa.

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