sábado, 14 de mayo de 2011

Claridad.

Debió ser que no había nadie quién me defendiera, que viste muy frágil mi escudo, o tal vez mi cuerpo no fue suficientemente imponente para detener tu mano. Hiciste correr la sangre, las lagrimas y los enredosos caminos de mi vida se torcieron aún más. Mi fuerte se rompió y quedé desnuda frente a los gigantescos destinos. Todos decidieron, y yo caí.

En aquellos días de invierno yo era otra, y mi mente se marchitaba día con día y se dejaba pisotear, pues, como yo creía, no servia. No sé lo cuento a nadie, y cometo error tras error. No te culpo, pero tampoco asumo toda la responsabilidad. Y es que yo no pude contra ti, me sometiste, y a pesar de mis suplicas, tiraste tu golpe macabro y destruiste, lo que en aquel tiempo, pensé era lo más importante.

Pero al final, quién iba a decirlo, que a pesar de no tener guardias, ni ejércitos, ni un puño fuerte, sigo viva. Te ha fallado el tino y le haz dado sólo a un costado. Las heridas van sanando, los falsos reyes han caído y todo se clarifica al fin. Tu puño manchado de sangre se ha secado, y yo te bendigo.

1 comentario: