viernes, 1 de julio de 2011

Efemérides.

Un día como hoy pero muy diferente, empecé a escribir la historia que me cambió por completo. El día era soleado, caluroso y yo desperté con un cielo rojo y un estacionamiento solitario. Las letras fluyeron por la noche, y ya en la madrugada, mis dedos trataban de tocar las fibras que momentos antes se habían movido hasta dejarse caer al vacío de los errores provocados.

Un día como hoy, después de muchas lunas, de parques extraños a los cuales no he regresado, de millones de letras, de caracteres, de innumerables y aletargados momentos de contemplación, estoy frente al fastidioso momento de conmemorar lo inexistente, lo virtual y lo intangible. Me quedan las historias, palabras y lagrimas que por añejas, se han secado.

Algo así como hoy, pero con otro cuerpo, otra mente y otros silencios, me enamoré de las ideas que recorrían como hormigas danzantes los falanges de mis dedos. Te culpo, y no, de lo que ha venido, te exijo explicaciones y pareces inmóvil. La vertiginosa manía de contarme a diario como suceden las cosas. Recarga tu cabeza en el umbral de mi puerta, frena tus besos a la par de tus ganas, restringe tus emociones al grado de hacerlas explotar contra las ventanas. Quédate en la banqueta frente a mi casa toda una noche y entiende que sigo existiendo, y no.

Cámbiame estos dos años por los besos que no he dado, déjame olfatear su perfume en mi almohada, clávame las espinas que he dejado olvidadas, o mancha de una vez mi cuaderno. No dejes que las cosas se queden en el papel de lo incierto.

Seguiré escribiendo hasta que no quede más lugar dónde hacerlo que su piel, ni más tinta que la mía.

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