jueves, 22 de abril de 2010

La Caja.

El cielo azul me daba la bienvenida a ese lugar que jamás habían visto mis ojos y mis pies saludaban afectuosos a un nuevo suelo. Siempre que desconozco algún lugar miro hacia el cielo y me siento en casa. Todos los cielos son prácticamente iguales, simplemente varían las nubes y el clima. Pero el azul de Roma, de ciudad de México o incluso de Buenos Aires es igual. Azul como los ojos de mi mejor amiga, azul como aquella camisa que llevabas puesta la última vez que te vi.

Caminé hacía el sitio donde debían estar los taxis, y tratando de no soltar mi único equipaje y  aquellas notas que había escrito mi Madre con la dirección exacta, seguí caminando, tratando de repetirme en voz muy queda los pasos a seguir. Nadie se percató de mi presencia, era nueva en ese lugar, ¿qué nadie me preguntaría de dónde venía?, ¿a nadie le importaba que fuera la primera vez que su aire acariciaba mi cara, que su sol calentara mi espalda?  No, a la gente poco le importa que visiten su mundo, se encierran tanto en sus propias historias que se vuelven ciegos, inconscientes y casi muertos para sus semejantes, para esos desterrados extranjeros.

Subí al primer coche con letras negras y hombre con cara de impaciencia y me dirigí hacía “ese” lugar. Debía dejar justamente aquella caja en el lugar indicado y sin voltear hacía atrás, abandonarlo. Mientras las imágenes más cercanas pasaban cada vez más rápidas y las montañas parecían ir perezosas reflejadas en esas manchadas ventanas, no pensaba en otra cosa, más que en su rostro. Podría dibujarlo como tantas veces, acariciar los finos y largos trazos de su nariz, aquel lunar antes de llegar a su boca y sentirme reflejada en sus ojos marrones. Deseaba no sentirme tan sola, pero no tenía miedo, tenía ausencia y esa sólo podría cubrirla algo que ya no existía, por lo menos no en el grado que yo necesitaba. Miré hacía mis manos y la caja jugaba al compas del camino; tan serena, inmóvil y muerta. Tal como él, así como toda su vida; contenida en una sola caja de madera fina y con grabados sin sentido. El hombre que había dado la semilla que me dio la vida, estaba en mis manos como un pequeño juguete inerte, frío y podría decirse; molesto.

Para qué querría que lo dejara justo en ese lugar, él ni siquiera había conocido ese país, incluso dudo que hubiera tenido una conciencia exacta de lo que yo viviría para poder llegar ahí. No lo concia, ni él a mí. Porqué importaba que lo dejará ahí o en cualquier otro lugar, en la esquina de mi casa o debajo de mi cama. Él no existía, tampoco su voz, ni su ausencia vivida. Pero no lo hacía por él, lo hacía por mi Madre, que me lo había pedido, con una voz suplicante a la que nunca  he podido negar nada.

El coche paró, pagué y me hice entender cómo siempre, a señas. Justo cuando el auto desapareció entre esos grandes árboles desconocidos para mí; me percaté que había llegado, “ese” era el lugar exactamente; era un parque verde, con bancas blancas y caminos rojizos. Algunas flores estratégicamente plantadas acompañaban cada camino. No veía en ese lugar nada extraordinario, pero no estaba ahí para juzgar o hacer alguna pintura. Estaba ahí para hacer un favor y al realizarlo debía marcharme y seguir con mi vida. Caminé varios pasos tratando de averiguar cuál sería la banca que él había mandando hacer desde tan lejos, y sí, el nombre de mi padre resplandecía de entre todos esos nombres ingleses, debía dejar su caja recargada y dejarla. Sólo así. Pero me quedé sentada por un tiempo, hasta  que el cielo empezó a diseñar el nombre de un amor pasado; justo cuando el sol deja de chocar con las nubes y el morado de la noche acaricia la frente de la luz comprendí. Era la primera vez en mi vida que viajaba con mi padre, la primera vez que platicaba con él y  mi último adiós. Sólo así, solos él  y yo, juntos y quizá para siempre, unidos. Así hice las paces con él, y claro, con el recuerdo de su madre y lo que yo había podido vivirlo, es decir: nada, en silencio, en paz. 

3 comentarios:

  1. Valery, me gustó la historia. Creo que lo que sigue en este mundo tras la muerte de un ser querido o conocido es más para tranquilidad de los vivos. Bueno, al menos eso creemos...

    Saludos.

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  2. Muy bonito Valery. Me he quedado bastante serio después de leerlo.

    Gracias por compartir.
    Mucho éxito.

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  3. Ey!! qué bueno que les gustó, muchas gracias por leer.

    Espero que la seriedad sea positiva en este caso!

    Gracias y saludos.

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