miércoles, 2 de diciembre de 2009

Carta.

Amiga:

Somos víctimas constantes de fantasmas inescrupulosos que muestran sus caras; siempre deformes. Aquellos querubines amados fueron desterrados por corazones que olvidan o mueren, o que mueren tratando de olvidar. Se nos aparecen de vez en cuando en cualquier parte, a veces sólo son sombras que figuran un pasado inerte y subversivo; otras veces hacen mover montes y valles del alma y cuelgan sus saladas alas en lo más interno del alma. Pero siempre como fantasmas, como demonios internos. Jamás llegarán a ser más que eso, porque ellos mismos autoexiliaron su imagen de nuestras vidas; ¿me hablas del destino? Bueno si creyera en él; como lo he dicho ya tantas veces, podría acusarlo y reprocharle esas apariciones constantes de los entes en cuestión; pero no es así, el destino no justifica a la antimateria, porque los que se nos aparecen no son personas a nuestros ojos; fueron personas a las que dimos muerte, una muerte que huele a ausencia y muchas veces a dolor, nuestro corazón no puede registrarlos más que como espectros y nuestra razón; ¡vaya! Esa no se da cuenta muchas veces del paso exacto de su imagen frente a su cara. Es siempre el corazón el que responde con latidos estruendosos y fatídicos. Nuestra mente en cambio vuela al pasado o contempla el archivo muerto de caras ya olvidadas; siempre objetivas e intransigentes. Pero como siempre poner de acuerdo a esas dos presencias internas es trabajoso; para momentos de apariciones no hay más que segundos de temblor profundo y piernas nerviosas. ¿Me hablas de miradas? Siempre hay miradas entre dos rostros conocidos, entre dos rostros con pasado en común, que se enredan en miradas en complicidad y curiosidad. Nos volvemos esclavos del pasado y del futuro y el presente nos desgarra la imagen que tenemos en frente. Pero todo es momentáneo, los fantasmas se van con el primer rayo de luz, el primer indicio de desaparición es él reproche, la primera distracción de memoria. No te agobies más; siempre son fantasmas, continuamente se nos aparecerán fantasmas sin escrúpulos; y lo peor, somos nosotras fantasmas de otros seres, de otras almas.

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