martes, 15 de diciembre de 2009

Cuentito I.

He empezado a explorar un poco, se me han presentado como en sueños una serie de historias, que he tratado de plasmar lo mejor que puedo en letras. esas historias generalmente llegan en la noche, por lo que trato de salvarlas de mi mala memoria lo mejor que puedo.
No sé si realmente me estoy volviendo loca, o me he cansado de mi propia historia, porque ya no pienso tanto en ella.
Bueno espero que les guste y tomen en cuenta que soy primeriza, he escrito en total 4 historias diferentes que iré subiendo, si me atrevo, durante estos días.
Sí tienen algún comentario sobre que titulo ponerle a ésta primera me dicen, porque yo no tengo idea.
-----------

Su nombre era Rosario, pero todo el mundo le decía “Chayito” , llevaba más de 20 años siendo maestra de quinto de primaria, estaba a punto de cumplir 50 años de edad; y ya no podía recordar cuál había sido la razón por la que había escogido ser maestra, pensaba que de todos modos, todos terminaban odiando su trabajo al pasar de los años.

Todos los días Chayito hacía lo mismo, se despertaba como un robot programado a la misma hora, llegaba al colegio e impartía clases, regañaba a los niños y pensaba molesta todo el tiempo; en lo fastidiosos que se habían vuelto los niños, parece que cada año eran peores, no respetaban nada, no entendían nada y sólo les interesaba la computadora y los videojuegos.

Llegaba a su casa y todo era igual; su marido se encontraba como cada noche tirado en el sillón de la sala, con los ojos puestos en la televisión como si no existiera en el mundo otra cosa, de aquel hombre de quien se había enamorado ya no quedaba nada. De pronto una noche al ver que la monotonía diaria había embargado por completo su corazón, como el ruido molesto y repetitivo de una gotera que choca contra fregadero de la cocina; se echó a llorar sobre un cumulo de exámenes de español que tenía que revisar; después de un rato y todavía sollozando, secó sus lagrimas; tenía que darse prisa o se le haría tarde, empezó a revisar. Les había encargado escribir una historia, para considerar los progresos en ortografía, gramática y redacción. Todas las historias eran las mismas, como en todos los años, hablaban de su perro, de sus familias, de alguna caricatura o juguete, nada que llamara su atención. Sólo unos con más errores ortográficos. Vio el nombre del último examen y le dio flojera, Lucía Flores, era una niña disléxica con problemas muy fuertes en español y matemáticas, que, aunque se esforzaba no le resultaba fácil esas dos materias. Comenzó a leer:

Mi maestra se llama Chayito, no sé cuantos años tenga pero se ve muy grande, bebe tener como la ebad de mi aduelo, creo que a mi maestra de le duele la muela, a mi cuando me bolía la muela me dolía sonreír, y creo que jamás he bisto sonreír a mi maestra, ojalá vaya pronto al dentista para que ya no tenga esas arugas en la cara, que dice mi mamá se hacen por la vida y por no reírse.

Cuando terminó de leer, las lágrimas de aquella mujer volvieron a caer, su vida había estado caminando en piloto automático y no se había dado cuenta que ya no sonreía más. De pronto y sin razón aparente su marido se levanta del sillón y le planta un tierno beso, sin hacer ninguna pregunta. Nada había cambiado realmente, aquél era el hombre con el que decidió compartir su vida el hombre que seguía amándola; aquella era la carrera que había elegido porque los niños le daban vida y le ilusionaba la claridad de sus corazones. No era la vida la que había cambiado o la que le había dado la espalda, era ella que había olvidado sonreír, ser feliz, y amar lo que hacía.



No hay comentarios:

Publicar un comentario