lunes, 7 de diciembre de 2009

Sin escapatoria.

Cada vez que quiero escribir de algo, el amor me persigue como un depredador hambriento, huir significaría esconderme del aire o del sol, así que me dejo atrapar entre sus finas garras, no por querer ser víctima, si no porque es inútil evadirse es más rápido que yo y mucho más listo. Y para mí el amor no tiene muchos nombres, quizá cuatro; mi madre, mis dos “hermanos” y tú. Siempre tú.

Tampoco pretendo certificar que yo no quiera a más personas, simplemente hay que saber que hay clases de amor, y del que yo hablo es ese que aviva al corazón, que se derrama como chocolate caliente en la garganta de un migrante que lo disfruta ansiosamente después de no haber probado alimento en muchos días; amor que penetra hasta lo más profundo de tu ser con una velocidad imperceptible pero con una huella innegable, amor que emancipa a los sentidos del cuerpo, para sólo tener como jefe al amor mismo, amor que regala besos y busca abrazos; amor contemplado, sereno, excéntrico, coherente, silencioso y ensordecedor. Porque el amor hace eso, llena vacios del alma, colma corazones; hace despertar en los rostros sonrisas de paz y ternura.

Hay conexiones indescriptibles, el amor es atemporal surge en cualquier lugar y en tiempos imperceptibles, el amor no es más que la expresión de una amistad maximizada, una luz de divinidad envuelta en humanidad latente. Una chispa de magia en las manos de un niño.

Odio la palabra para siempre, las promesas, las cosas que se dicen cuando se quiere jurar un amor eterno suenan tan absurdas como frases sacadas de una mala canción de pop, y es que pareciera que nada es perpetuo. Pero al voltear hacía mis personas no se me viene a la mente otra cosa más que eternidad. Se conjugan todos los más hermosos verbos con sus nombres, mis lágrimas brotan fácilmente cuando los recuerdo lejanos, y mi corazón en muchas ocasiones parece dar saltos cuando los abrazo. Y los quiero de todas las formas posibles, como amigos, como hermanos, como familia. Y la eternidad simboliza la trascendencia, ellos trascienden constantemente en éste amor, en éstas letras, en mi sonrisa al recordarlos, y en mi momento de amarlos.

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