lunes, 14 de diciembre de 2009

recuento de una mañana.

Todo se encontraba bien para ser diciembre, las luces de las casas resplandecían en aquella húmeda calle por donde caminaba esa mañana; podía percibir un olor a pino o encino, no lo sé jamás supe identificar su procedencia. Y el inicio de la mañana sólo se diferenciaba con la noche por el ruido que iba intensificándose con cada minuto que pasaba. ¿Cuántas personas estaban despertando en ese momento? –Me pregunté- no podría imaginar los múltiples pensamientos que embargaban tantas almas; las alegrías, los recuerdos, la pesadumbre. Seguí caminando disfrutando del frío en mi nariz, pensando en lo maravilloso que es despertar y cantarle a la vida; no sentía ya más dolor, el corazón parecía haberse vaciado por completo la noche anterior, el liquido viscoso había sido derramado en algún sueño y nada parecía atormentarme. Las oraciones de mi madre debieron haber hecho efecto- pensé- y me volqué en una ternura y un agradecimiento que no cabía en mi corazón. Todo estaba claro, sí bien mi madre había intentado describirme su preocupación; sólo yo debía juzgar las cosas, y lo confirme.

“Entregarme, era la consecuencia directa de amar; y la entrega también significaba sacrificio, pero motivado; el mundo confunde la entrega con la estupidez, con la ingenuidad. Puede ser que entregarte en momentos de crisis, en momentos de adversidad, sea a la vista de muchos un acto inocente y riesgoso; pero no puede darse una entrega más sincera que esa, la entrega del amor, de la confianza, del propio ser. No sé, quizá esté sembrando en mi corazón rosas plagadas de espinas, ilusiones colmadas de aire. Pero no importa, el deseo de entregarme al amor, en sus múltiples manifestaciones me colma, me acerca al amor máximo, al amor de Dios. Sé que Dios me quiere feliz, pero quiere que me olvide un poco de mi para concentrarme en entregarme a mis semejantes, en desprenderme de mi, para que llene de ÉL."

Y seguí caminando recordé que hace varios días había traído en mente la idea de “empezar a escribir mi historia”, pero creo que me equivoque un poco, me equivoque porque me puse enfrente. Escribir mi historia depende de cuánto me dé yo por la demás gente, escribir mi historia depende de cuál sea mi capacidad máxima de amar. Eso es escribir una buena historia de amor. Y pues no hay mejor mes que diciembre para entregarte entero al amor. La mañana seguía transcurriendo y mis pensamientos iban y venían hacia todos lados, hacia muchos rostros. Me sentía muy agradecida con la vida, por dejarme ver con claridad las cosas, por haberme dado la capacidad de entender y de aceptar lo que me estaba pasando. Y seguí caminando.

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