jueves, 17 de diciembre de 2009

Up-dates

Lo pensé mucho, me lo habían propuesto desde la semana pasada; pero mi NO era absolutamente rotundo hace ocho días; las cosas cambian misteriosamente en cuestión de segundos, estaba cuidando un tesoro inexistente y esa gran devoción no me dejaba voltear hacía otro lado, pero se me había desaparecido de nuevo; ese tesoro no era más que espejismo. Y a pesar de que esta semana las situaciones habían dando un cambio drástico, aún así, me sentía incompetente para tomar una decisión, me daba miedo.

Por lo que opté por pedir ayuda; mis amigas me convencieron; debía seguir con mi vida, y más allá de eso, debía distraerme sobre todo por salud mental. Así que accedí a última hora. El ya tenía todo planeado pero aún así sonaba bastante sorprendido por teléfono. Lo cual me hizo sonrojar.

Llegó a mi casa puntualmente, la única condición que me había puesto para esa “cita” había sido que me relajara y que me arreglara para una cena “elegante”, le hice caso a medias; me relajé pero me quede vestida como había ido al trabajo, la verdad es que mi entusiasmo no llegaba a tanto; recordé como me sentía hace ocho días, como me había arreglado para algo que siquiera era una cita, me noté ridícula en ese momento. Ahí se encontraba en mi puerta, con un gran ramo de tulipanes blancos, mi flor favorita; me emocioné muchísimo, un regalo así siempre hace que mi pulso palpite descontrolado. Me llenó de halagos, cosa que hace muy bien y se lo agradecí con una sonrisa nerviosa.

Llegamos al lugar no tan tarde, eran si acaso, las ocho de la noche; el vestíbulo parecía ser más grande que mi casa, estaba completamente alfombrado y tenía un olor agradable; el capitán de meseros nos mostró la mesa. La verdad yo me sentía muy incómoda, siempre he disfrutado más de las cosas sencillas; pero el parecía muy feliz, así que eso me hacía feliz en cierta parte a mi también. Llegaron los menús, siempre me han dado risa el nombre de los platillos de ese tipo de restaurantes, así que mi decisión estaba basada, en cual nombre me parecía más gracioso y más apetitoso, pero sobretodo que no fuera tan caro, eso de comer algo que podría ser el alimento de una familia por una semana no me hacía sentir bien, sólo importaba eso, ya que terminaría, como siempre, tratando de mostrar una cara agradable a cualquier cosa que me trajeran.

El parecía estar como niño en piñata, me causaba mucha simpatía la mirada que tenía, aquellos ojos color aceituna con un toque de miel, parecían vidriosos y sinceros. Lamentaba no poder corresponder de igual manera, por lo que trataba de desviar mi mirada todo el tiempo. El lugar estaba plagado de personas, en su mayoría gente de edad media, 40-50 años; tengo que reconocer que el lugar era hermoso. Empecé a ver como desfilaban frente a mí toda clase de personas extrañas; el colmo fue ver como lucían esos largos sacos de piel, que supongo, eran de algún animal en peligro de extinción o en vías de estarlo; ya saben para que sea más “fancy”; le comenté lo horrible que me parecía, y se río, me dijo -no te enojes, no pasa nada-. No quise debatir más el punto, era claro que no le interesaba. La conversación iba y venía en lo último en nuestras vidas, se reía mucho de mis comentarios, parecía fascinado de algo que estaba diciendo, no recuerdo ni que era; en ese momento me tomo de la mano; la sensación fue devastadora, mi corazón parecía vomitar completamente cualquier tipo de sentimiento que tratara de entrar, y mi cuerpo reaccionaba de manera negativa al rose de aquella piel. Me di pena, estaba utilizando de manera bastante egoísta aquel corazón que se abría frente a mí. Le pedí disculpas, me sentía muy mal, parecía que últimamente no hacía otra cosa más que hacer daño, incluso aleje lo único que había hecho latir mi corazón. No merecía estar en ese lugar, no merecía siquiera que intentara sostener mi mano. Pero no podía hacer gran cosa, no quería echarle a perder de manera dramática el momento, así que aguanté. No veía la hora de marcharme de ese lugar, y estar acostada en mi cama con pijamas y calcetines; había tenido frio en mis pies todo el día.

Por fin había llegado a mi casa; me sentía muy cansada, desolada. Llena de un frio terrible en mi cuerpo y en mi alma; me la había pasado muy bien. Pero no podía sacar de mi corazón esa opresión, ese hueco seguía ahí. Me acosté y mandé aquella señal de humo como muestra de que no había podido olvidarlo, un día más que sólo él ocupaba ese lugar en mi corazón. No pierdo la esperanza que con el paso del tiempo, todo se arregle, que logre componer mi maquina interna, que encuentre las piezas y que por fin pueda respirar sin dolor. Mientras tanto les dejo mi experiencia, sobre todo a mis amigas que son las que me pidieron que narrara lo mejor posible mi cena de anoche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario