Quizá.

No quiero esperar, no quiero ser el quizá de nadie. Quiero más bien ser el ahora, el presente continuado.

No quiero ser el quizá después de dejar todo, de ser libre, de no ser rutina, de dejar mi ciudad, de escaparme de mis miedos, de terminar con lo que he empezado, quizá sí no hay nada mejor que hacer, quizá si no hay nada mejor que tú, quizá si el tiempo la distancia. Quizá.

No hablo de lo que es o no justo, correcto o incorrecto; es más bien la voluntad que se niega a ser quizás, y no defiendo a la persona que represento, al ego o a la vanidad que a veces me asalta; defiendo al sentimiento, porque lo que se siente, cuando es de tal magnitud, no merece un quizá, no debe ser expresado en palabras tan ambiguas. Un sentimiento así, indescriptible, no puede anclarse a nada, no es capaz de dejarse enterrar por un quizá.

Dejaré al amor libre, que se deje llevar el por el vuelo del presente, no lo forzaré a nada, dejaré que siga su curso, sin esperar nada; lo dejaré que se desgaste en el ahora, en el "es".

Pero todo lo digo en defensa del amor, en calidad de representante del sentimiento, lo demás; como el tiempo, no importan. Sí me pidieran destierro, soledad, abstinencia, ayuno, resignación; en nombre del amor, en nombre de éste amor lo daría, pero sin quizá, así no juego.