viernes, 15 de enero de 2010

Sparks

Algo en la noche me sugería que debía moverme hacía otro lado, era una luz que aunque pequeña era visible desde muy lejos gracias a su resplandor. Esa noche inconscientemente y tal vez más por aventura que por convicción, decidí ir tras ella. No tardé mucho en darme cuenta que era un acontecimiento insólito, que quizá no estaba preparada para contemplar y mucho menos seguir; quise dar marcha atrás, desconfiaba completamente de su luz, no podía creer que se presentara ante mí, no esa noche. Mi corazón tenía tiempo que se había cubierto de lodo, no había nitidez; aquella luz sólo hacía resaltar el estado incomodo de mi alma.

Pero me encontraba completamente seducida, la luz me invitaba a seguirla. Sus palabras cubiertas de esplendor me daban, de una muy extraña manera cierta paz. Quién iba a pensar que esa pequeña luz que había sido apagada alguna vez podría brillar tanto... y presentarse ante mi... Su camino para llegar esa noche no había sido fácil, en su destello todavía quedaban rastros de dolor y precaución. Lo podía percibir, admiraba que a pesar de todo, la obscuridad no había logrado aplastarla. A veces la obscuridad parece una gran masa pesada, sus toneladas son descomunales a comparación de cualquier otra cosa que se atreva a pasar por su camino. Y a pesar de todo, el brillo, la transparencia de ese ser luminoso seguía ahí.

En la mañana siguiente de ese encuentro, desperté pensando en la suerte, en el destino, en las circunstancias, en la vida, en Dios y sus regalos, en el poder de la oración, y los frutos de los buenos actos de un corazón noble. Me había contagiado de luz, o tal vez, sólo había encendido en mí aquella llama que pensé extinta. Seguiré quizá viajando continuamente en compañía de tan chispeante ser; y tal vez.... el tiempo, nos de la respuesta.

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